Cuando Ayesa nació en 1966 de la mano de un ingeniero jubilado “que se aburría” y José Luís Manzanares Japón, por aquel entonces un joven “ingenierillo que andaba perdido por esos mundos de Dios haciendo presas, vender ingeniería en Sevilla era como poner una tienda de bikinis en el Polo Norte”, recuerda. Sin embargo, dos hechos dieron un nuevo rumbo a su trayectoria.
La Expo del 92 no sólo cambió la capital hispalense, sino que supuso el primer impulso importante para la compañía. “Ayesa ya tenía prestigio y se apoyaron mucho en nosotros. Como consecuencia, en 1993 ya teníamos a más de 100 personas en plantilla y en esta década comenzamos a trabajar en toda España, haciendo algún pinito en el extranjero”.
Savia renovada. Pero fue en el 2000 cuando “mis hijos, José Luis y Arancha, que ya trabajaban como ingenieros, decidieron aportar su visión personal de crecimiento”, señala Manzanares. “Yo he puesto los cimientos de una ingeniería que funciona bien, los he tutelado y sigo marcando la ruta, pero por mi edad ya no tengo capacidad de hacer lo que ha pasado en estos 10 años. Ellos duermen en los aviones. Son los verdaderos artífices de esta estrategia y los que han impulsado este crecimiento”.
Crisis = oportunidad. A pesar de que corren malos tiempos y “el trabajo ahora también es un estímulo”, asegura José Luis Manzanares. Y destaca este dato: “La Asociación Sueca de Ingeniería edita una ranking anual de las ingenierías europeas. En su último trabajo –un estudio sobre la evolución de éstas entre 2007 y 2011– señalaba que el 90% de las ingenierías europeas ha reducido su tamaño y facturación y solo el 10% ha crecido. En este ranking de crecimiento, Ayesa es la segunda de toda Europa. Hemos crecido y duplicado en estos cuatro años. Para nosotros la crisis ha sido una oportunidad”, sentencia. Hoy, con una plantilla de casi 3.000 personas, tiene delegaciones permanentes en 12 países y presencia en otros 15. Su intención es cerrar este ejercicio con una facturación de 250 millones de euros.