En 1997, Antonio Germán llegó a la zona de Pudong, en Shanghai, para desarrollar un proyecto de inversión para un cliente y, asombrado, descubrió que apenas había firmas o marcas españolas. Parecía que todo el mundo –franceses, británicos, alemanes, estadounidenses, japoneses…)– se había dado cita en las calles y rascacielos de la ciudad, “menos nosotros, que teníamos una presencia casi nula, de poco más de 30 firmas”, señala. Claro que tampoco era para extrañarse ya que, según explica, “las empresas se enfrentaban en aquella época a dificultades insuperables“. Germán recuerda que en 1997 China resultaba inhóspita. “No había consultoras que echaran una mano, la lengua era un gran obstáculo, las normas administrativas y regulatorias incomprensibles y contratar personal o contratistas, imposible”. Esto, además, de que “las dimensiones del territorio hacían casi inalcanzable el acceso a los potenciales clientes, igual que el desconocimiento de los gustos y necesidades reales de los chinos hacían que la oferta de producto español fuera en muchos casos inadecuada a las demandas del mercado“.
Ante este panorama, Germán decidió, después de siete años trabajando allí para terceros, que una consultora especializada en dar apoyo a nuestras empresas en China podría tener futuro. Y la fundó en el 2004. “Nuestro primer servicio consistía en proporcionar a los clientes, muchos enviados por las Oficinas Comerciales, información para definir sus proyectos y adecuarlos a la realidad china. Muy especialmente respecto a los numerosos costes ocultos, habituales en el país“.