Este crecimiento, sin embargo, no bastaba. Debía ir acompañado de una nueva óptica en la forma de entender esta industria. El mundo ya no busca autopistas o regadíos, sino que reclama infraestructuras inteligentes. “Ahora desde Internet y el teléfono móvil puedes hacer cualquier gestión y eso significa que la ingeniería del futuro será cada vez más virtual, por lo que hemos derivado en esa dirección”, explica Manzanares.
En este sentido, la compra de Sadiel, una compañía especializada en informática avanzada de gestión pública, ha supuesto un nuevo impulso para la compañía. Con esta operación Ayesa ha ganado músculo y todo un know how, cuyo resultado son proyectos que nada tienen que ver con lo anterior. “Nosotros pensamos ya en pagar peajes desde el smartphone y preparar las carreteras para que eso sea realidad”, explica. Esta realidad ha supuesto una nueva fusión entre ingeniería y tecnología, las dos grandes divisiones en que se apoya la empresa.
“Nosotros no es que tengamos dos negocios diferentes: ingeniería e informática. Es que la ingeniería que vendemos ahora es distinta, mucho más virtual y moderna”, señala Manzanares.
Con tiempo. Las inversiones en I+D+i representan, por tanto, una de las partidas más importantes para que el engranaje de esta compañía no pare. Anualmente se destina un 2,5% de la facturación a fondo perdido. “Tenemos gente inventando cosas todos los días, alguna de las cuales cuajan en proyectos y otras no”, dice su presidente. De estos proyectos, unos encuentran comprador y otros se quedan en un cajón hasta que ven la luz en otros países, años después. Pero “si el producto es bueno, lo acabamos vendiendo”, concluye.
Cada idea exige cinco años de desarrollo. Una de las grandes dificultades que tiene ahora mismo “la gente que nos quiere imitar para superar la crisis es que nos lleva mucho retraso. Para salir al exterior o diversificarte, necesitas tiempo y músculo financiero. Cinco años desde que decidimos en qué tema entramos. Cinco años de gastar dinero, eso significa tirar a fondo perdido como mínimo medio millón de euros al año”, explica Manzanares.
Sin deudas. Todo esto se quedaría en una retahíla de buenas intenciones si no fuera por un detalle importante: una política financiera austera y conservadora. “Nuestra filosofía es clara: no es posible levantar un gran edificio sin buenos cimientos. Para una empresa tecnológica es fundamental contar con una buena posición financiera, manteniendo un activo depurado y una permanente reinversión de beneficios”, afirma este emprendedor. Y añade “hemos sido un empresa muy austera, lo que nos ha permitido llegar a la crisis sin deudas. Durante 10 años, mientras aquí ha habido trabajo, en vez de ir a jugar al golf, nos lo hemos gastado en abrir nuevos mercados”.
La conclusión: “Hemos pasado de tener una oficina en Sevilla a tenerlas en todo el mundo. Nuestra vocación es seguir creciendo porque si no, lo tenemos difícil. Cuantos más países, mejor”.
A la conquista del mundo
“En esta empresa estamos todos con la maleta hecha, porque en cualquier momento nos vamos a otro lugar”. Con estas palabras, Manzanares resume su actividad en más de 25 países. Situada entre las primeras 30 ingenierías de Europa, un 60% de su facturación procede de esta partida. De los 1.000 concursos a los que se presenta cada año, gana una media de 100, entre los que se cuentan proyectos de gran envergadura.
Con solvencia. Cinco años previos de experiencia y músculo financiero son al menos dos de las condiciones necesarias para no fracasar. “En cada país nuevo que entramos gastamos medio millón de euros al año. Si tenemos contrato, va con cargo a él; y si no es así, va a fondo perdido”. Partiendo de que un país tarda entre dos o tres años en posicionarse, al final exige una inversión de un millón o millón y medio de euros a fondo perdido. “Si quieres estar en 12 países tienes que poner 20 millones de euros encima de la mesa”, asegura el presidente de Ayesa.