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20 Mar, 2023

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Juan Antonio Sagardoy, de Sagardoy Abogados

“Fundamentalmente, seguir creando actividad en el sentido más amplio de la palabra. A todas las personas que llevamos muchos años de trabajo encima se nos produce una inercia que hace difícil abandonar esa vida laboral activa. A veces me pregunto si no seremos esclavos de ese síndrome laboral que es el de no dejar de trabajar, el de no poder vivir sin actividad laboral. Lo ideal es ir teniendo etapas en tu vida profesional, que te permitan dosificar el trabajo y el tiempo de ocio”.

Sagardoy, que preside el bufete de referencia en derecho laboral de España, sostiene que para ser feliz en la vida laboral es fundamental “hacer lo que a uno le gusta y que además te permita vivir. En mi caso, he tenido la inmensa fortuna de hacer lo que me gusta y eso me ha permitido tener una gran capacidad de maniobra y de libertad de acción”.

Y precisamente con esa libertad de la que presume, Sagardoy reconoce haber planificado su salida de la empresa, que fundó en 1980 junto a Antonio Gómez de Enterría, y su vida de civil: “A los 75 años daré un corte más o menos a la mitad de lo que ahora hago de trabajo y, con gran fe en mi buena salud como navarro que soy, me querría retirar a los 82 años y dedicarme a la lectura y a escribir. Si no tuviera que venir al despacho, me levantaría para leer y escribir sobre reflexiones sociolaborales. Otra de mis aficiones es andar, el campo y la música y, con permiso de mi mujer, crear cosas buenas en la cocina. Me gustaría volver al arte culinario y descubrir las transformaciones de los productos. También me gusta mucho el mundo de los vinos, el proceso de elaborarlos”.

Sagardoy, que le hubiera gustado aprender a tocar el piano y la guitarra, admite que no le costará jubilarse: “Dejé la universidad después de 48 años de actividad y no he tenido ni un sólo día de pena. Cumplí aquel período con mucho entusiasmo. He sido un entusiasta docente desde el año setenta como catedrático y desde el sesenta como profesor y no lo echo nada en falta, porque lo que hice lo cumplí con mucho gusto y se acabó. Tengo otras cosas que hacer y el hueco que unas van dejando se llena con otras. Dice un amigo mío en broma que tengo una enfermedad que los griegos llamaban akatisia, que es que uno no puede estar quieto, algo así como lo que vulgarmente en España se conoce como ‘culo inquieto’. Lo soy, porque soy incapaz de estar sin hacer nada”.