Sus yogures de granja se comercializan en 1.100 puntos de venta catalanes y La Fageda elige supermercados como Carrefour, Caprabo o El Corte Inglés para competir en la primera división del sector. “Sólo haciendo un producto tan bueno como éste –yogur artesano payés– se llega lejos”, cuenta Cristóbal Colón, su presidente. Y por eso el último año ha colocado en los hogares catalanes 35 millones de unidades de gama básica (naturales, bífidus, líquidos…). Lo que tiene aún más mérito si se tiene en cuenta que hay pagar hasta un 30% más a cambio de este producto sin rival que ninguna marca fabrica a su escala. ¿Qué hay detrás de este fenómeno?
Materia prima
Cuando el psiquiatra Cristóbal Colón ideó el proyecto, en 1982, eligió la naturaleza como recurso terapéutico para que los discapacitados pudieran trabajar en “una empresa de verdad con trabajo de verdad, pero sin ánimo de lucro, en la que hacer un buen producto para tener un futuro”. Y para diferenciarse y entrar en el mercado era fundamental una buena materia prima: la leche producida por las 500 vacas frisonas, con las que llenaron la granja. El lugar elegido: una finca de 15 hectáreas en el hayedo de Jordá, una de las principales reservas del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa (Girona).
Yogur de nicho
La producción de su yogur artesano, “payés”, “que no hacen las multinacionales y los pequeños sólo producen a muy pequeña escala”, vino forzada por la reducción de la cuota láctea impuesta por la Unión Europea. Era 1992. Peligraba la rentabilidad y los puestos de trabajo. Así que buscaron una salida alternativa a los excedentes de leche. “De 1986 a 1992 éramos unos agricultores más que vendían leche a una central, pero tuvimos que crear un mercado distinto, que no fuera convencional como el queso ni tan arriesgado como la leche fresca”, cuenta Colón. Así surgió su yogur artesano. “Era una oportunidad para hacer sombra a las multinacionales y revitalizar un mural de yogures monótono. Ahora somos como un Mercedes o un BMW de los yogures”.