Nuestro protagonista se llama Ramón Carrión y pertenece a esa estirpe de individuos para los que no existe desafío imposible. Corría el año 1995. Ramón acababa de dejar un puesto directivo en IBM. Los titulares de la prensa local ponían el acento en la mala cosecha de trufa de ese año, lo que dispararía su precio más allá de lo razonable. Cualquier otro lector de prensa habría pasado página. Ramón, no. ¡Eureka! Vio su oportunidad de negocio, “producto de la casualidad”, confiesa. Comenzaba la búsqueda de su particular Grial, la chufa, que le condujo a África. “Identifique un país, Costa de Marfil, donde se producía chufa en pequeños cultivos”, recuerda. Ni corto ni perezoso, poco después inició su aventura empresarial desembarcando en la capital, Abidjan. “Desde allí viajé a la zona del Sahel (Mali, Burkina Fasso y Níger), donde se cultiva la chufa, mil kilómetros a través de caminos intransitables”. Ramón cerró acuerdos verbales con los jefes tribales para aumentar la producción. ”Ahora compro el 80% de la chufa que se cultiva en esos países, incluido Ghana. Ramón sigue viajando a la zona “cuatro veces al año” e importa 5.000 toneladas de chufas, que exporta a la UE y EEUU. “Estamos buscando nuevos mercados”, añade. El último ejercicio logró una facturación de 2,5 millones de euros.
Habilidades: Perseverancia, resolutivo, adaptación al medio.
La peor aventura: El paso sin visado de Mali a Burkina Faso o a Níger, o una noche en la comisaría de Sikasso (Mali) bajo amenaza deportación “que ocultaba un simple chantaje”. Pero la peor aventura tuvo que ver con la malaria, que cogió en Burkina Faso. “Me ocurrió estando en el campo y sentía que me moría”.
Próximos destinos: consolidar los mercados de África y crear nuevas líneas de comercialización de la chufa.