Actualmente, lidera Gibobs Allbanks, la plataforma financiera que permite entender y cuidar de la salud financiera a las personas y pymes, para ayudarles a acceder a la financiación más adecuada a sus objetivos, especialmente centrados en la búsqueda de la mejor hipoteca o del mejor préstamo promotor.
Antes de comenzar su andadura como emprendedor, se licenció en Administración y Dirección de Empresas por CUNEF y trabajó en el área de Banca de Inversión de Morgan Stanley. Esta es su historia, contada en primera persona:
“La vocación por emprender la tengo desde pequeño. Creo que representa una combinación de libertad y responsabilidad que experimenté desde niño y forma parte de mi personalidad. Mis padres tuvieron trillizos cuando yo apenas tenía 5 años, desde entonces gocé de una mayor independencia.
Tras finalizar mis estudios comencé a trabajar en un gran banco de inversión, y aunque aprendí muchísimo, me sentía desconectado de lo que quería, de mí mismo. Sentía que estaba haciendo lo que los demás esperaban de mí, pero no lo que de verdad quería, que era salirme de lo preestablecido y dibujar mi propio camino. Por ello, con 26 años dejé mi puesto en Morgan Stanley y me lancé al mundo del emprendimiento.
Por supuesto, todo en la vida tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Y en el ámbito del emprendimiento no iba a ser menos.
En el lado bueno de la balanza, una de las cosas más enriquecedoras que puedes experimentar como emprendedor es el ver a tu equipo crecer y que una pequeña causa de ello sea tu liderazgo. Trabajar juntos, con una misma visión y valores y que te demuestren o digan que están orgullosos de trabajar y aprender contigo y que de verdad creen en el proyecto es una sensación muy difícil de describir con palabras.
Otra de las cosas por las que merece la pena emprender es cuando ves que tienes un impacto en la sociedad. Cuando fundé Bluemove -ahora Ubeeqo-, apenas había conciencia de la importancia del carsharing en España. Las emisiones que generamos con nuestros coches son muchísimas y tienen un gran impacto en nuestro planeta. Ver cómo el proyecto que tú has creado va cambiando la perspectiva de la sociedad en torno a un tema tan preocupante como el cambio climático es algo no solo enriquecedor, sino también una especie de confirmación de que el modelo de vida que has escogido merece la pena.
Pero por supuesto, emprender no es un camino sencillo y también tiene su versión menos alegre. Esta vida lleva implícita una gran incertidumbre que requiere muchísima energía física y mental, para estar preparado para afrontar las adversidades que surgirán -sobre todo en las fases iniciales.
Por ejemplo, me viene a la cabeza cómo con uno de mis primeros proyectos vivimos un periodo corto, pero intenso, en el que se nos estaba a punto de acabar la liquidez, con lo que eso conlleva cuando estás construyendo un negocio que aún no es sólido. Son momentos realmente estresantes en los que tienes que hacer todo lo posible para mantenerte firme y ser capaz de transmitir seguridad y certeza tanto a tu equipo como a los inversores, que confiaron en su día para apoyar tu idea y proyecto. Es una tarea compleja pero indispensable.
Además, para emprender también hay que tener una gran resistencia a la frustración. Cuando creas una compañía, la mayoría de las puertas no se abrirán. La gente no te conoce, no tiene por qué compartir tus valores o visión, y muchas personas dirán no a tu propuesta, y más si es disruptiva y no hay un caso de éxito que la preceda. Esto es un proceso durísimo y hay que saber superarlo.
Otro factor clave es el equipo. No siempre vas a formar el equipo perfecto, y menos a la primera. Recuerdo que una vez trabajé con una persona que intoxicaba de alguna manera el ambiente, y nos lo transmitía a todo el equipo. Esto es habitual que ocurra, y normalmente no son situaciones sencillas con las que lidiar, y menos cuando el equipo es pequeño. En este caso, la persona decidió dejar el proyecto lo que tuvo un impacto considerable en el ánimo de todos.
Como decía, no todo es blanco y negro. Pero si hago balance, el emprendimiento es un modo de vida al que no renunciaría jamás. Se viven momentos muy bonitos e intensos. Se siente una libertad muy especial, y una responsabilidad que tienes que ser capaz de llevar adecuadamente. Es un continuo aprendizaje y cada día vas a estar más y mejor preparado que el anterior.
Cuando vendí mi primera compañía, aunque fue un proceso complicado, conseguí tener una salud financiera más sólida para pensar bien el siguiente paso. Adquirí un papel más de inversor, en la distancia… pero me faltaba algo. Echaba de menos ese cúmulo de emociones intensas. Estar conectado a un equipo y construir una compañía con impacto positivo en la sociedad. Además, contaba con una experiencia que me ayudaría a tener las futuras situaciones de riesgo mucho más controladas.
Aprendizaje y consejos para un futuro emprendedor
La experiencia es un punto clave. Cuando yo tenía 26 años el emprendimiento no estaba tan de moda como ahora, yo tenía referentes en mi familia, pero no había tantas facilidades de conexión entre colegas más experimentados, y eso es algo que a todos los que estéis empezando, os ayudará muchísimo a la hora de emprender, el tener mentores de los que aprender de sus aciertos y errores.
Aún recuerdo todas aquellas dudas que me surgieron hace ya más de diez años. El hormigueo en el estómago y las emociones a flor de piel. Pero ha sido un recorrido reconfortante, del que estoy muy orgulloso y que ha significado un crecimiento personal y profesional enorme. Durante ese camino he podido adquirir una serie de aprendizajes que te allanarán el camino si te encuentras en ese momento de reflexión casi existencial antes de empezar a emprender.
1. Conócete. Emprender ha adquirido cierto halo romántico que puede ser muy peligroso. Es un camino bonito, pero muy duro. La incertidumbre, la presión y el rechazo van a formar parte de tu día a día, así que tienes que preguntarte a ti mismo si estás preparado para asumirlo. Crear y liderar un proyecto de la nada no es algo fácil y desde luego no para todo el mundo.
2. No hay que tenerle miedo al fracaso. Es una parte vital del emprendimiento y hay que contar con él. Muchas veces los proyectos no salen bien y no por culpa nuestra. El covid-19 es un gran ejemplo de ello. A veces aparecen situaciones sobrevenidas que afectan a tu industria y, por tanto, a tu proyecto, aunque hasta ahora estuviese funcionando. Deberás recoger todo lo aprendido para empezar de nuevo y continuar hacia delante.
3. Rodéate de un equipo brillante, pero que esté formado por buenas personas, con calidad humana. No sirve de nada que sean muy buenos en lo suyo si no compartís visión y valores.
4. En consonancia con el punto anterior, aprende a delegar. Empodera a tu equipo para que coordine y asuma responsabilidades. Nadie ha llegado al éxito solo y debéis funcionar como un solo engranaje. Es importante saber delegar y no querer involucrarnos en absolutamente todos los procesos. De hecho, esto puede hacer que coarte las habilidades creativas del resto de personas. Confía en tu equipo.
5. Los problemas has de afrontarlos rápido. Tendrás que tomar decisiones difíciles, pero lo peor que podrás hacer será posponerlas y dejar que la bola se vaya haciendo cada vez más grande.
6. Sé paciente. Las expectativas de un éxito prematuro no son nada buenas. Es importante consolidar el proyecto poco a poco, con pilares sólidos y con una visión a largo plazo. Las cosas realmente buenas normalmente requieren tiempo, y los grupos de interés que rodean el proyecto lo tienen que entender y no dejar de apoyar por falta de resultados inmediatos.
7. Aprende a hacer una lectura estratégica de tu negocio y del sector. Controlar los tiempos es una de las claves para el éxito de una empresa innovadora. El emprendimiento es un vehículo mediante el cual se alinean objetivos (por parte de fundadores, equipo, inversores, etc.) normalmente muy ambiciosos (y con elevados retornos) a llevar a cabo en un periodo concreto, y con una intensidad elevada. Equivocarnos en el timing de cuándo lanzarse a “disrumpir” una industria o actividad puede alargar demasiado la creación de ”señales” que indiquen que vas por el buen camino, erosionando la confianza del equipo, inversores, etc., y aumentando considerablemente la probabilidad de fracaso del proyecto por el propio agotamiento de los stakeholders.
En conclusión, emprender no es tarea fácil y no es para todos. Los emprendedores tienen esa necesidad dentro de ellos que les pide atreverse a dar el salto. Tomar la decisión es difícil, más todavía si tienes un buen trabajo y unas buenas condiciones. No obstante, una vez lo haces no vas a querer volver a trabajar para otros, habrá momentos bonitos y momentos duros, será una montaña rusa de emociones de la que un auténtico emprendedor nunca se querrá bajar.