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24 Mar, 2023

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Al presidente de Comess Group, el fracaso le visitó a mediados de los 90. Fue entonces cuando, “después de estar buscando financiación por mil sitios”, convenció a una corporación para sufragar la compra de una cadena de supermercados. La operación se llevó a cabo, pero lo que vino después no fue satisfactorio para Manuel Robledo, hasta el punto que abandonó el proyecto a mitad de camino.

Esta decisión no fue debida a la falta de conocimientos técnicos, ni a la carestía de recursos ni a un apoyo insuficiente por parte del fondo; al contrario, todos esos elementos estaban presentes. “Ocurrió que en esa época atravesaba por una situación personal muy compleja, pues estaba inmerso en una separación traumática”, explica.

Como consecuencia, Robledo cometió un error, pero no tanto vinculado a la gestión del negocio, sino que presentaba un componente más humano: “Prescindí de la vida social, con lo que no tenía ese equilibrio personal básico para estar bien en el trabajo”.

La persona, lo primero
Una anécdota ilustra, de forma gráfica, cómo se encerró en sí mismo. “El 80% de los días comía solo, de pie, en la barra de un bar de una gasolinera próxima a la oficina; y casi siempre lo mismo, una Coca Cola, un pincho de bonito y un café”. Este comportamiento, además, no cuadraba con la personalidad de un Robledo que confiesa ser “muy sociable”. Asume este emprendedor que su fallo consistió en no evaluar, de manera adecuada, su situación personal y su capacidad de aguante para afrontar una empresa de tal envergadura: “Notaba cómo me iban flojeando las fuerzas poco a poco”. Finalmente, Robledo, en un ejercicio de sinceridad con su entorno, renunció, “a pesar de que los resultados y el trabajo realizado eran positivos”.

A partir de esta experiencia, el presidente de Comess Group aprendió que en el mundo de la empresa hay que estar al máximo nivel, tanto en el plano físico como intelectual, “como en el deporte de alta competición”.