El Jardín de Paloma es un ecommerce especializado en la venta de plantas crasas (cactus y suculentas) que su dueña, Paloma García, produce en un entorno privilegiado frente al mar en la zona rural de Villaviciosa, en Asturias.
Para los profanos, Asturias y cactus parece una mezcla un tanto arriesgada. Sin embargo, según Paloma, con los cuidados adecuados es un sitio perfecto. Además, precisamente, es en esta mezcla donde reside parte del éxito de su negocio. “Ahora hay muchísima afición por este tipo de plantas, pero cuando yo empecé con la empresa prácticamente no había ninguna otra especializada en todo el norte de España y, en concreto, en Asturias, ninguna”.
Esto sucedió en marzo de 2019, “en septiembre –cuenta orgullosa– estaba en pleno auge y muy de moda”. Prueba de ello es que desde entonces no paran de salirle competidores, pero El Jardín de Paloma llegó primero, con mucha dedicación y saber hacer, buenas recomendaciones, un servicio de entregas muy cuidado, que se ha convertido en su seña de identidad, y un trato tan personalizado que fideliza a clientes de toda España.
Su creadora confiesa que llegar hasta aquí ha sido muy satisfactorio, también que es el resultado de mucho trabajo y hasta cierto punto fruto de la casualidad, tras una trayectoria profesional tan dilatada como alejada del mundo de la jardinería, hasta que, en 2015, se quedó en paro por problemas de salud y comenzó a aficionarse a las plantas.
Problemas de salud
Paloma empezó trabajando como escaparatista en una cadena de moda para hombres. Luego fue comercial en una empresa de seguros y años después montó su propia tienda de ropa de mujer. Como no funcionó todo lo bien que podría haber ido, la cerró y volvió a emplearse en comercio, hasta que hizo un curso de auxiliar de ayuda a domicilio y empezó a trabajar para Servicios Sociales en el Ayuntamiento de Gijón con personas mayores y con discapacidad. Esa fue su ocupación durante doce años, pero entonces empezaron sus problemas de salud.
“Con 51 años me concedieron una discapacidad de un 36% y me vi en paro, pero soy una persona muy inquieta, siempre lo he sido, y me gusta trabajar. Por eso me puse en contacto con COCEMFE, la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Asturias, para entrar en la bolsa de empleo e intentar encontrar uno que se ajustará, sobre todo, a mis problemas de espalda”.
Pasaron dos años y no encontraba nada, así que, alentada por su marido que es muy aficionado a las plantas, Paloma empezó a dedicar tiempo a la jardinería ornamental. “Hice un curso de auxiliar de viveros y centros de jardinería, compré un invernadero chiquitito y empecé a coleccionar, primero, cactus, tenía más de 400, y luego, suculentas”.
En 2016, abrió por puro entretenimiento su página en Facebook y en Instagram. “Participaba en grupos especializados en este tipo de plantas y publicaba fotos de mi jardín y mi colección; cuido mucho la fotografía, me gusta mucho. Empecé a ser una persona relativamente conocida por ellas. Además, como no encontraba variedad de plantas o lo que encontraba estaban en mal estado, me veía obligada a aumentar mi colección intercambiando esquejes, comprando en páginas web y a diferentes vendedores de Facebook”. Con todos estos ingredientes, la semilla de El Jardín de Paloma estaba plantada.
Fruto de una casualidad y el apoyo de Fundación ONCE
“Un día, casualmente, en una de las tutorías con COCEMFE, les enseñé mi página de Facebook y les encantó”. Fueron ellos, además de su familia, quienes la animaron a emprender, ya que apenas había empresas especializadas en este tipo de plantas y ella contaba con mucho espacio en la finca donde vive para instalar invernaderos y crear un entorno adecuado. Ellos fueron quienes le pusieron en contacto con Inserta Empleo en Oviedo y, como también tiene un problema en la vista, con Fundación ONCE. “A ellos también les gustó mi proyecto desde el minuto uno. Hice un curso de emprendimiento y me ayudaron en la elaboración del estudio de mercado con el fin de poder acceder a una subvención que finalmente se me concedió”.
Paloma invirtió ese dinero en un invernadero profesional, que se puede visitar contactando con ella mediante cita previa, y en crear una página web con todo lo necesario para atraer y retener a los amantes de las plantas crasas. “Quería que fuera atractiva visualmente, que no solo hablara de mí, pero que tampoco fuera una tienda pura y dura”. Por eso incluye un blog, consejos sobre cuidados, además de una galería de fotos que, desde entonces, no para de actualizar.
Con la web lanzada y las redes sociales activas, solo le faltaba una cosa para que el negocio empezara a rodar: comprar plantas. “El primer viaje lo hicimos mi marido y yo a los grandes viveros de Almería y Murcia. Fuimos en nuestro coche, que era pequeño. Para probar, decidimos comprar lo que cabía en él, que eran unas 300 plantas, y resulta que en tres semanas las había vendido todas. Ahí es cuando dije: ‘Esto va a funcionar’. Así que volvimos con una furgoneta y me traje unas 2.000. Entonces, empezó la empresa de manera profesional”.
Durante el confinamiento, El Jardín de Paloma fue el aliciente de mucha gente
A día de hoy, Paloma compra nuevas especies para su negocio a proveedores de Alemania y Holanda. También hace dos o tres viajes al año a viveros de Andalucía; unas salidas de tres o cuatro mil kilómetros que por sus problemas de salud le resultan agotadoras, pero que disfruta muchísimo. “Los viveros abren a las siete de la mañana y suelen cerrar a las tres. Llego a primera hora y miro las plantas como coleccionista. Busco las mejores, las más bonitas, las que sé que van a gustar. Me fijo en que estén sanas, que no tengan cochinillas, que es un bichito pequeño, muy contagioso y muy difícil de combatir, y cuando me quiero dar cuenta mi marido me dice: ‘¡Que ya son las tres!’. Es muy cansado, pero me encanta”.
De vuelta a Asturias, ella misma poliniza las plantas que ha comprado, una a una, pincel en mano, para que se reproduzcan y poder tener producción propia. Consigue unas hibridaciones únicas, semillas e hijos. También prepara los semilleros, trasplanta los esquejes y hace a la semana unas 500 fotografías que luego selecciona y edita para publicar en Instagram y Facebook, donde cuenta con una comunidad de más de 4.000 seguidores que se encarga de gestionar. “La digitalización favorece la venta de este tipo de producto, ya que permite al comprador adquirir nuevas plantas desde casa y sin ningún agobio”. De hecho, esto fue lo que impulso su negocio durante los meses de confinamiento.
“El Jardín de Paloma está dirigido a coleccionistas de plantas crasas, porque hay miles en toda España que compran cada dos o tres semanas por pura satisfacción, para aumentar su colección. Pero luego, tengo un nicho de clientes que se está iniciando, porque estas plantas desde el Covid se han puesto muy de moda, sobre todo, las suculentas, que son fáciles de cuidar y hay una extensísima variedad”.
Paloma cuenta que cuando todo estaba cerrado, mucha gente la vio en Facebook. “Un día publiqué que iba a parar durante un tiempo y empezaron a llegarme mensajes de personas que me pedían que no lo hiciera, que era el único aliciente que tenían”. Al final, nunca cesó la actividad, como tampoco ha dejado de formarse para mejorar sus habilidades como empresaria. Para ello, sigue contando con el seguimiento y apoyo de Fundación ONCE: “Tenemos un grupo de WhatsApp, ‘Emprendedores con discapacidad’, y ahí nos mandan enlaces a cursos gratuitos y podemos concertar tutorías personalizadas. Estamos un montón de gente de toda España. También te llaman por teléfono y te ofrecen muchas cosas interesantes”.
“He conseguido hacer de mi pasión mi trabajo”
En solo tres años, El Jardín de Paloma ha conseguido ser una de las empresas más recomendadas y fiables del sector a nivel nacional, avalada por las opiniones y la satisfacción de sus clientes, así que el balance de la empresaria es más que positivo. Solo le disgusta la competencia desleal. “Me han salido imitadores por todos lados, muchos en B, pero es algo con lo que, de alguna manera, ya contaba”.
Ahora, afronta el futuro con la idea de mantenerse en la misma línea que la ha llevado a conseguir tanto en tan poco tiempo: ofrecer un trato muy personalizado a sus clientes, unas plantas muy seleccionadas, a un precio competitivo y con una paquetería cuidada. “Las plantas van muy bien protegidas y embaladas de forma individual, para que en 48 horas le lleguen perfectas al cliente a su casa”. Además, siempre incluye al menos una planta de cortesía y los paquetes van envueltos en rojo, como si fueran un regalo. “Todo el mundo los conoce. Saben que son de El Jardín de Paloma”. Por todo ello, independientemente de las dificultades, dice que la valoración de su proyecto es maravillosa. “He conseguido hacer de mi pasión mi trabajo. Ese es mi lema y estoy muy contenta. Pocas personas pueden hacer eso”.