Fundó El Ganso junto a su hermano Álvaro Cebrián en el año 2004. “Abrimos una primera tienda en Fuencarral con un tipo de ropa que en España no había entonces. A aquella primera tienda le siguió otra en Barcelona y una más en Palma. Estas dos tiendas nos costaron muchísimo, pero poco a poco fuimos creciendo. Y luego llegó la crisis del 2008, 2009 y 2010 que nos permitió acceder a locales de una forma más sencilla y empezamos a crecer muchísimo tanto dentro como fuera de España. Y nos plantamos en 2014 con una empresa que había crecido muy rápido, pero de forma un poco desordenada y, cuando creces de esta forma, te centras mucho en la parte de arriba de la cuenta de resultados, en las ventas y no te fijas tanto en los costes”. Así de franco se mostró Clemente Cebrián en la sexta entrega de las conversaciones EmprenderSlow junto a Primitivo Roig.
En este momento fue cuando les empezaron a tentar diferentes fondos y en el año 2015 dieron entrada con el 49% al fondo L. Catterton, pensando en apostar fuerte por la expansión internacional y “además es verdad que queríamos monetizar algo del negocio con el que llevábamos tantos años en funcionamiento”.
Ese paso les empujó a avanzar todavía más en ese crecimiento desordenado que a punto estuvo de hacerles morir de éxito. “Nosotros no estábamos preparados para ese crecimiento tan fuerte y se nos fue de las manos”. Y al final, las ventas fueron cayendo, la rentabilidad fue cayendo, pero los costes crecían exponencialmente. En el año 2017, dio el paso de salir de la compañía para intentar hacer otras cosas “porque no me veía en ese proyecto”, pero en 2018 regresó “y decidimos junto a mi hermano y mi padre recomprar la parte del fondo”.
A partir de ahí, empieza una reestructuración en profundidad: cerraron Inglaterra, Italia, Alemania, Holanda, Bélgica… “Fue muy duro, pero era necesario hacerla más pequeña para reconstruirnos y volver a crecer”.
Frenar para crecer mejor
Al final la historia de El Ganso se puede resumir como “empezar desde cero, un crecimiento muy, muy rápido, entrada de un fondo que parece que te convierte en un referente, que todo salga mal, un aprendizaje brutal y a partir de 2018 volver a retomar las riendas de la compañía. Ahora otra vez estamos cogiendo la senda buena, pero construimos desde otro enfoque”.
“Emprender slow es aprender a emprender al ritmo que demanda cada proyecto, que no tiene por qué ser de forma lenta, pero sí con calma”, corroboró Primitivo Roig, fundador de Clínicas W.
A partir de aquí, temas como la creación de puestos de trabajo (“generamos 600 puestos de trabajo directo”), la importancia del valor añadido, la apuesta por la sostenibilidad (“no solo en marca sino en cómo haces las cosas”), la trazabilidad para verificar el origen y el final de las prendas, la economía circular (“dar segundas vidas al producto. Trabajamos con una ONG que facilita el producto no usado en Europa a emprendedores africanos”), emprender en valores o el apoyo a emprendedores emergentes (“a través del proyecto Rebelión en la Granja de Gansos”) son algunos de los puntos fundamentales en torno a los cuales ha girado el encuentro de esta sexta entrega de las Conversaciones de EmprenderSlow.
En este enlace puedes disfrutar de esta conversación al completo