En el entorno empresarial y social en el que estamos inmersos, donde la normalidad es el cambio continuo, que además se ha visto potenciado por la actual crisis del Covid-19, el enfoque convencional hacia la carrera profesional, en el que se trata a la educación y al empleo como actividades separadas, exclusivas e independientes -finalizar los estudios, conseguir un trabajo y trabajar por el resto de nuestra vida productiva-, carece de sentido.
Hoy en día, el éxito en la carrera profesional requiere una mejora constante de las habilidades y los conocimientos. Porque, ¿es suficiente con lo que aprendimos hace años en el actual panorama laboral? Puede que haya conocimiento que todavía utilices y pongas en práctica, pero el conocimiento caduca rápido. Tenemos que estar adaptándonos y readaptándonos a las nuevas oportunidades que se abran ante nosotros. Hay que tener en cuenta que “lo que nos trajo aquí no nos llevará allí”, y en este sentido, es donde un programa como el Executive MBA (EMBA) puede marcar una gran diferencia para llevarnos hasta ‘allí’ y continuar el ‘viaje’.
Nuevas habilidades
No tiene sentido esperar que un plan de estudios diseñado hace años nos ayude a formarnos para los cambios e innovaciones que están teniendo lugar y definirán el futuro. Los conocimientos y habilidades que proporcionan los títulos convencionales rápidamente se vuelven obsoletos debido a la naturaleza dinámica del entorno turbulento en el que vivimos. En tal caso, un EMBA puede ayudarnos a adquirir nuevas habilidades y destrezas que se ajusten a las necesidades y requisitos de la organización en la que trabajamos.
Cuando llevamos unos años de trayectoria profesional y tenemos la impresión de estar estancados, es fundamental recibir una visión de la empresa más allá de la experiencia que ya tenemos. Esto nos ayudará no sólo a aprender cosas nuevas, sino a poner en práctica lo aprendido, con especial foco en las conocidas como habilidades ‘blandas’ o ‘interpersonales’: curiosidad, rapidez en el aprendizaje, empatía, capacidad de adaptación, creatividad… En definitiva, todo aquello que se necesita para ser un líder transformador.
La realización de un EMBA forma parte de un proceso vivo de construcción de una identidad profesional, que más allá de adquirir nuevos conocimientos, nos exige ser más flexibles y explorar nuevas formas de pensar y desarrollar nuevas redes de relaciones. Nos impulsará a explorar nuevos conocimientos, a emprender nuevos proyectos y a atrevernos a experimentar con tareas y competencias distintas a las de nuestro contexto habitual.
Y nuevos recursos
Esa experimentación nos ayudará a incorporar nuevas habilidades de liderazgo y gestión a nuestra identidad profesional, que sin dicha formación hubiesen permanecido ocultas. Además, nos pondrá en contacto con compañeros y profesores que nos aportarán no solo ayuda, sino también recursos.
Es un proceso que requiere tiempo, pero es imprescindible para potenciar las competencias y habilidades que exige el mercado y que nos permitirán afrontar nuevos desafíos y mayores responsabilidades dentro de la organización, o incluso lanzar nuestra propia iniciativa empresarial. Y en este proceso, es fundamental volver a las grandes preguntas: ¿Qué queremos ser?, ¿qué papel queremos desempeñar?
Ese reciclaje no es solo académico, sino que también marca el momento idóneo para poner en valor la ética y la sostenibilidad. Una combinación de humanidades y gestión empresarial que nos ayudará a ser motores de cambio en las organizaciones y en la sociedad.