El verdadero emprendedor no es un soñador, sino alguien que actúa. Como decía Nolan Bushnell, creador de Atari, muchos son los que tienen ideas –por no decir todo el mundo–, pero solo las personas que deciden hacer algo al respecto marcan la diferencia.
Tener ideas es fácil; implementarlas es otra cosa y que, además, tengan éxito es todo un logro. Pero si ya tienes las ganas, lo demás es cuestión de planificación y de una buena preparación en el tema.
Plantar la semilla
La idea suele ser el punto de partida de cualquier proyecto de negocio y tampoco hace falta que sea muy compleja ni revolucionaria. A menudo puede tratarse de algo que ya exista, pero dándole un nuevo uso, adaptándolo a otro público o simplemente, cambiando la forma en cómo se consume. La clave es satisfacer la necesidades de los consumidores.
Un buen punto de partida es emprender en aquel área o sector en el que ya tienes una formación o experiencia. Esto será un punto a favor. Si no es así, conocer en qué terreno quieres moverte, al menos, te permitirá orientar tu preparación hacia ese campo. Y además, nunca sobrará que también tengas ciertos conocimientos en las áreas claves de todo negocio: desarrollo y estrategia, contabilidad y finanzas, gestión de equipos, marketing y ventas…
¿Es viable mi idea?
Una vez sepas qué quieres lanzar, debes definir bien el producto, a quién se lo vas a vender y cómo vas a hacerlo (a través de qué canal, con qué estructura de costes, con qué fórmula de ingresos…). Antes de sacar al mercado cualquier proyecto, perfila lo que será el modelo de negocio más adecuado para tu creación. Este será el motor que haga rodar todo lo demás.
Diseña un modelo de negocio sencillo, pues será más fácil de implementar que uno complejo. Ya sabes el dicho: “Empieza pequeño, pero pensando en grande”.
Las preguntas claves son: ¿Quién es mi cliente? ¿qué estoy ofreciendo al mercado?, ¿cómo lo voy a ofrecer?, ¿qué mecánica tiene mi negocio para hacer beneficios? y ¿cómo lo voy a hacer sostenible en el tiempo?
Lo primero es crear un producto mínimo viable, es decir, una versión inicial del nuevo producto con la que probar si gusta o no entre tus potenciales clientes. Es una especie de simulacro que te costará pocos recursos en caso de que no funcione bien. Como se suele decirse en el mundo empresarial: “Falla pronto, rápido y barato”.
Conoce el panorama
Un estudio de mercado es una forma óptima de analizar los factores que van a condicionar el éxito de tu negocio: conocer la competencia, el estado de salud del mercado, si está en crecimiento… Sin embargo, este tipo de investigaciones ofrecidas por compañías especializadas son bastante costosas. No te desanimes. Hay otras formas de recabar información. Por ejemplo, recurrir a la opinión de expertos en el sector.
También existen censos empresariales publicados por las Cámaras de Comercio, organizaciones empresariales y o la Dirección General de la Política de la Pyme. Puedes pedir las cuentas anuales de una empresa a través del servicio de Internet del Colegio de Registradores.
Organismos públicos, como las Cámaras de Comercio, ministerios, el ICEX…, revistas sectoriales, consultoras, étc. ofrecen estudios sectoriales. Y también encontrarás estadísticas oficiales y encuestas publicadas por organismos públicos como el Instituto Nacional de Estadística o el Centro de Investigaciones Sociológicas. Consulta estos y otros recursos en nuestra guía ¿Quién te ayuda a emprender?
De lo práctico a lo emocional
Todo futuro negocio debería basarse en un plan de empresa para saber si es realmente viable. No es una garantía ilimitada contra el fracaso, pero sí aumenta las posibilidades de fallo. Además, es imprescindible tenerlo si pretendes conseguir financiación ajena para tu proyecto, como préstamos bancarios u otros.
El tema del dinero siempre es pesado, y la mayoría de los que empiezan solos recurren a sus ahorros o a ayudas de familiares y amigos, ya que los inversores apuestan normalmente por startups que ya están en marcha y tienen potencial de crecimiento. Acude a asociaciones empresariales o instituciones públicas para conocer qué productos financieros son más factibles para tu caso.
Otra de las partes más ‘latosa’ suele ser el ‘papeleo’, los trámites legales (permisos, licencias…) que necesitas para iniciar la actividad. Decide antes el tipo de forma jurídica o el régimen fiscal más adecuado para tu empresa –condicionará mucho los beneficios que puedas obtener más adelante–.
Por último, y no menos importante, sopesa otros aspectos para los que necesitarás estar preparado o preparada, ya que ‘sí o sí’ te vas a tener que ver con ello. Se trata de los sociales o emocionales: la resistencia psíquica, cómo hacer frente al estrés, la implicación en tu vida personal… A fin de cuentas, en la creación de un negocio intervienen personas, relaciones, intereses… con los que tendrás que convivir.
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