Entrar en un establecimiento de Enrique Tomás –en la foto, el creador de la marca, a la que da nombre- no implica sólo dar un gran placer al paladar sino también llevarte una lección aprendida a la hora de saber distinguir entre el jamón y el buen jamón. Este catalán de ascendencia alicantina acaba de abrir tienda en Londres, que se suma a los 61 establecimientos que distribuyen por España.
Si la cadena no triunfa en la capital británica se abortarán los planes de internacionalización y restringirán su actividad al mercado nacional, donde tampoco se desenvuelven mal.
La historia de Enrique Tomás la cuenta su responsable de Comunicación, Xavi Bru. “El pequeño de once hermanos, sus padres emigraron de Orihuela a Cataluña para ganarse mejor la vida. Abrieron una lechería que no daba para once hijos de manera que, cuando podían, cada uno contribuía a la economía familiar. Así es como Enrique, desde chiquitín, empezó a trabajar ocasionalmente en una parada de un mercado. Espabilado y buen vendedor, al crecer dejó la parada y a los 16 años montó su primera tienda a medio camino entre la charcutería y la casquería. Pronto observó que el pollo o el jamón york se compran en cualquier sitio pero, ¿y el jamón?. La respuesta fue un rotundo no. Este producto tiene algo especial que nos hace dar más vueltas de lo normal. Así que la siguiente tienda que montó fue una jamonería”.
Los mejores catadores
Relatados los orígenes, saltamos ahora a la época actual. Un total de 61 establecimientos en España, donde sólo se vende jamón de bellota de los cuatro orígenes: Guijuelo, Extremadura, Valle de los Pedroches y Huelva. Además de servirlos, se empeñan en enseñar al cliente a distinguirlos, para que no venga luego un fabricante y te venda lo que quiera a cualquier precio. El planteamiento resulta lógico, si se tiene en cuenta que crear un jamón de bellota exige cinco años, aunque tampoco el tiempo sea garantía de calidad. Por este motivo, hay que aprender a catarlos, reflexiona Bru.
Y para catadores expertos, los de Enrique Tomás, en cuyas filas se encuentra Tomás Díaz “el hombre que más sabe de jamones de España” y antiguo responsable de Navidul. Garantiza también la calidad del producto el hecho de que ellos no son fabricantes, sólo compran, lo que les permite desechar sin reparos aquellos jamones que no se ajustan a sus cánones de calidad. Así, su método es comprar primero una pequeña partida y, una vez testado y pasado por los controles de calidad -en la fábrica, en la nave y en la tienda- comprar el resto. “Y si alguno no nos gusta, lo devolvemos”.
Tres modelos de franquicia
Éste es el modelo de negocio que empezaron a franquiciar en serio hace escasamente tres años, pese a llevar en el mercado más de 30. “Hemos preferido asegurarnos y estudiarlo muy bien”, dice Bru.
La franquicia presente tres formatos. El primero es el de la tienda a pie de calle, en zonas muy concurridas, donde se vende jamón y otros embutidos de calidad. El establecimiento se divide en dos partes, la tienda propiamente dicha y la barra de degustación –“el jamón se vende por confianza, de manera que damos la opción de probarlo en pequeñas cantidades antes de llevarse la pieza entera”-. Las condiciones económicas en este caso son un derecho de entrada de 20.000 euros + IVA y acondicionamiento del local por coste aproximado de 100.000 euros + IVA.
El siguiente modelo es el del quiosco, integrado en un centro comercial y con un espacio de 40 metros cuadrados, donde se ofrece un resumen de la gama de sus productos. La inversión necesaria es de 15.000 euros + IVA en concepto de canon y 45.000 euros + IVA para acondicionar el local.
Finalmente, el rincón, también en grandes superficies y pensado para emplazar en negocios a los que se acerca la oportunidad de complementar su oferta con un producto de calidad. Requiere una inversión de 10.000 euros + IVA de canon y 20.000 euros + IVA de acondicionamiento.
Que el franquiciado sepa contarlo
Respecto al perfil de asociado, para Enrique Tomás lo más importante es el señor que está en la barra. “Hace falta que sea un profesional, que conozca este mundo, que sepa cortar el jamón y que sepa contarlo. Aquí ha venido gente con dinero y le hemos dicho que no”, asegura Bru. Y para que así sea, ellos mismos se encargan de formar a empleados y asociados, repitiéndoles hasta la saciedad aquello del corte recto, no muy largo y que intuyas el cuchillo para el grosor. Ésta es sólo una lección de las muchas que luego tendrán que repetir ellos ante los clientes que accedan a la tienda.
De los 62 establecimientos de Enrique Tomás, 18 son franquiciados, repartidos entre Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca, Zaragoza, Ibiza, Málaga, Vitoria… El último en abrir ha sido el de Londres, en pleno barrio del Soho, como inversión propia. El objetivo era comprobar si tenía sentido o no y ahora dice Bru: “si hubiésemos hecho previsiones en Londres nos hubiésemos quedamos cortísimos, porque el mejor de nuestros escenarios era peor de lo que está sucediendo”. El ánimo es tan elevado que están pensando en abrir ya otras tres tiendas en la capital británica.