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29 May, 2023

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“Esto no va de vender, va de hacer clientes”

La marca valenciana de joyería Singularu ha triunfado en el complejo sector de moda–complementos, con una propuesta donde conviven precio asequible, calidad, personalización, flexibilidad y producción nacional

Cristina Aristoy fundadora de Singularu

Singularu empezó en 2014 como un marketplace que ponía en contacto al público con artesanos para hacer muebles o piezas de joyería, entre otros productos. “A partir de aquí, fuimos evolucionando y pivotando el modelo”, recuerda Cristina Aristoy, CEO y cofundadora de la marca. “Desde el principio fuimos muy flexibles, en el sentido de que contábamos con una idea, pero siempre teniendo muy presente qué era lo que quería el cliente”.
Aristoy y su socio, Paco Tormo, detectaron que las joyas era lo que mejor funcionaba. “Decidimos entonces dotarlas de personalización, ya que el nombre de la marca es Singularu: piezas únicas para gente única. Pero en lugar de que todo el mundo la diseñase desde cero, optamos por hacer modelos y personalizarlos, lo que pasaba por elegir el material, el acabado, el color de piedra… Lanzamos al mercado ocho piezas y funcionaron muy bien. Llegados a este punto, todo se fabricaba a demanda, con lo que nuestra producción estaba muy localizada a nivel nacional”.

Singularu continuaba así afinando su concepto. “Nuestra estrategia era diseñar colecciones más cortitas, hacer la producción, lanzarla, venderla y volver a fabricar. De este modo intentábamos tener un catálogo que siempre gustara, lo más atractivo posible y que además cumpliera con las necesidades de nuestras clientas, sin desarrollar tiradas muy largas, con stocks que al final no gustan o pasan de moda”.

El modelo descrito es el que les ha permitido ocupar un espacio notable en el mercado, con 20 tiendas propias y 6 franquiciadas, red que esperan incrementar hasta las 66 unidades antes de finalizar 2023, a lo que suman una facturación cercana a los 10 millones de euros en el 2021, que esperan incrementar hasta los 16 millones en este año. Y su expansión no se detiene aquí. “Estamos ultimando los detalles para salir online a nivel mundial. Una vez que entendamos y conozcamos esta vertiente del negocio, iremos también con tiendas físicas”.

Singularu nació cómo un proyecto digital, para en 2017 abrir en Valencia su primera tienda física, lo que confirma, una vez más, que la flexibilidad es uno de los faros que guía el proyecto. En este sentido, el de Singularu es un claro ejemplo de que no hay que ceñirse de un modo obsesivo a ese plan de negocio que uno visualiza en el papel. “Uno de los grandes aprendizajes es que hay que ser flexible”, confirma Cristina Aristoy. “El cliente manda. Y nosotros siempre hemos tenido muy presente qué es lo que necesita. Al final, esto no va de vender, va de hacer clientes, de fidelizarlos, de que confíen en ti; no queremos vender una joya a una persona, queremos acompañarle en todos aquellos momentos de su vida que precise una joya”.

Ingeniera de Organización Industrial y con formación en joyería, la de Singularu es su primera aventura emprendedora, no así para su socio. Y el chispazo que alumbró la marca tuvo lugar en Demium, un evento que durante un fin de semana reúne a diferentes perfiles emprendedores con sus ideas de negocio.

EMPRENDEDORES: Asegura que “para emprender no hace falta tener grandes presupuestos”.
CRISTINA ARISTOY:
Lo que hace falta es tener una idea y las ganas. En cuanto al dinero, no creo que sea una excusa; se puede hacer mucho con muy poco. Constituyes una empresa, con los 3.000 euros que se necesitan, y a partir de ahí vas encontrando el camino. Hay que ser flexibles, estar abierto a lo que el cliente esté dispuesto. Nosotros siempre nos hacemos estas dos preguntas: ¿lo necesita el cliente?, ¿está dispuesto a pagar por ello? Si cumple los dos tips, lo seguimos haciendo. Plantearnos estas cuestiones nos ha hecho estar dónde estamos hoy.

EMP.: Hoy mantienen esa filosofía de lanzar colecciones cortas, para conservar la exclusividad y singularidad en la oferta, ¿no?
C.A.:
Así es. El sector de la joyería era muy fuerte en España, pero de alguna manera fue muriendo. Era muy fuerte en la parte del oro y nosotros pretendíamos hacernos un hueco, de ahí que entendíamos que teníamos que ofrecer algo que el resto de marcas no tuviera. Y el tema de una plata a precios asequibles fue un poco lo que nos permitió diferenciarnos.

EMP.: ¿Todas las piezas son de plata?
C.A.:
Ése es nuestro principal material, a lo que sumamos dos colecciones –las más premium– de oro de 18 y de 9 quilates, lo que se completa con una colección de piezas de mayor tamaño en latón. Pero al final, en todas las piezas, independientemente del material, el tratamiento en los baños es el mismo.

EMP.: ¿Concentran la producción en España al 100%?
C.A.:
Todos nuestros fabricantes son nacionales. Ocurre que algunas piezas se fabrican fuera, ya que aquí no hay ni la maquinaria ni la especialización en ese producto. En este caso hablamos con la fábrica, le decimos que necesitamos ese producto específico y vamos a buscarlo dónde mejor lo hagan.

EMP.: Empezaron como un negocio nativo digital y después dieron el salto a la tienda física, ¿por qué?
C.A.:
Son dos canales muy complementarios y a nosotros nos han ayudado mucho. El ecommerce, por ejemplo, no te da esa inmediatez de ‘voy a la tienda, lo pago y me lo llevo puesto’. Por otro lado, es imposible tener espacios físicos en todas las partes de España, así que, donde no llegas con tiendas, vas con el ecommerce. Y las tiendas, por su parte, no dejan de ser ocio, donde la gente quiere disfrutar, probar el producto, sin olvidar que también tienes que tener puntos de contacto para preguntas, devoluciones, si surge algún problema…