Clave en cualquier negocio, la marca adquiere en la franquicia el rango de indispensable. Al final, uno de los elementos más importantes que la central va a ceder al asociado –previo pago de este último- es su nombre, de ahí que deba mimarlo con esmero.
A partir de aquí, nos hemos preguntado cómo surgieron los nombres de diferentes cadenas. Y lo cierto es que, tras conocer los primeros casos, no existe un patrón claro. En algunos, el componente emocional es importante, otros nacieron casi por casualidad, en ocasiones se trata de un proceso más que meditado… Pero, en lo que todos coinciden, es en lograr definir un nombre reconocible y que supone una carta de presentación sólida del negocio.
Empezamos esta serie de relatos con la franquicia murciana de yogures helados Llaollao, nombre cuyo origen se encuentra a miles de kilómetros, concretamente en Argentina. Pedro Espinosa, fundador de la enseña, lo recuerda de la siguiente manera. “Fuimos de vacaciones a Argentina y allí hay una zona que se llama Llao Llao”.
Al buscar en Wikipedia algo más sobre el lugar, emerge un auténtico paraíso con ese nombre, en la Patagonia argentina. Uno, que es precavido y sabe que la Wikipedia no tiene la verdad absoluta –aunque, quién la tiene, ¿no?-, se dirige a la página web oficial de la Oficina de Turismo de Bariloche y allí descubre, en un mapa, el Parque Municipal Llao-Llao, muy cerca de la ciudad de San Carlos de Bariloche, que está dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi, declarado por la Unesco en 1981 Patrimonio de la Humanidad.
“Pero más que el nombre en sí, que personalmente nos evoca ese lugar que visitamos, a su paz y tranquilidad”, reconoce Espinosa, “lo que quisimos fue transmitir los valores a través de las formas, colores, locales y decoración”. En este sentido, desde la compañía no buscaron que el nombre llevase el peso de todo, sino que la marca fuese un compendio de diferentes factores. “Por ejemplo, todo gira en torno al blanco y verde, lo que transmite naturalidad, frescura, acompañando así la imagen de nuestros productos saludables”.
Los impulsores del proyecto tenían claro el modelo de negocio que querían implantar en España, “pero el nombre fue un poco sobre la marcha”, confiesa Espinosa. “Realmente, fue algo curioso, porque teníamos todo muy claro, tanto referido a valores, concepto, productos o locales, excepto el nombre, hasta el instante preciso en el que tuvimos que registrar la marca”.