Con el titular no te queremos incitar a la inconsciencia emprendedora ni reivindicar los errores como una tendencia, sino mostrar que, a veces, un imprevisto, tomar un camino equivocado, pueden ser el germen de un negocio de éxito. Y esto es lo que le ocurrió, en el sentido literal, a Pedro Espinosa, uno de los socios fundadores de la cadena de yogures helados Llaollao.
Retrocedamos unos años. La decepción viajaba en el coche de Espinosa, camino a su Murcia natal. La operación de alquiler del local en Benidorm, en donde el yogur helado de Llaollao debía hacer su presentación en sociedad, se había frustrado, y ya no quedaba mucho tiempo si querían aprovechar la campaña de verano. Quiso la fortuna que el conductor tomara un desvío equivocado, de pronto vio una indicación a Denia: “¿Por qué no?”, se preguntó. Y en aquella localidad costera encontró un local que cumplía con sus expectativas. Unos meses más tarde, en junio de 2009, el primer establecimiento de la enseña hacía su presentación.
“No hubiera sido lo mismo si hubiéramos empezado por Benidorm. En Denia, el negocio tuvo una proyección de cara a Valencia, Madrid e Ibiza que permitió que al año siguiente tuviéramos franquicias, por ejemplo, en la calle Preciados de la capital”. Espinosa insiste en que su proyecto estuvo tocado desde su gestación por la varita de la fortuna.
Un desvío equivocado, en definitiva, fue el origen de una franquicia que hoy tiene 180 locales abiertos, 100 en territorio español y 80 distribuidos a lo largo de 22 países. Un ejemplo de cómo, en ocasiones, la mejor oportunidad está en lo inesperado.
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