Como explica Juan Pablo Martínez, actual director del taller, “Alfarería Tito surge de un taller alfarero tradicional heredado de padres a hijos. Tito era el mote de mi abuelo Pablo Martínez-, que mi padre Juan Martínez hereda y utiliza como firma y marca de su producción desde 1965. La creación de esta firma, algo sin precedentes en el pasado reciente de la alfarería popular, fue toda una declaración de intenciones, pues era la primera vez en siglos que un alfarero reivindicaba la autoría de sus piezas y se hacía responsable de su calidad y estilo”.
Todo esto sucedía hace más de 40 años, por lo que adquiere una relevancia especial si tenemos en cuenta que, como resalta Juan Pablo Martínez, “cuandose creó la marca, cientos de talleres estaban desapareciendo ante la llegada de nuevos materiales (Duralex, plásticos, entre otros), y muchos también oficios tradicionales se extinguían por la emigración del campo a la ciudad”.
Para adaptarse a los nuevos tiempos, hubo que cambiar el concepto. “Tito decidió reconvertir lo heredado, enriquecerlo y presentarlo de manera diferente para que la nueva sociedad lo siguiera demandando. Luchó para que la alfarería continuara siendo útil y necesaria, si no tanto de forma funcional como hasta entonces, sí como una manifestación estética de primer orden”. El boom del turismo, el apoyo de la Empresa Nacional de Artesanía (Artespaña) y la divulgación del valor de la alfarería española contribuyeron a la consolidación del negocio, que empezó pronto a vender sus productos en Japón, Reino Unido o Estados Unidos, entre otros destinos.
Alfarería Tito apuesta por un modelo de escaparate de su trabajo, ya que el taller es también tienda y museo, a la par que sirve para “potenciar los valores extramateriales de nuestro trabajo, como la sostenibilidad, la identidad cultural o la universalidad”, afirma Martínez.