A menos que tengamos la desgracia de tener por encima a una persona autoritaria e inflexible, la mayoría de los jefes están más dispuestos a encajar un «no» de lo que suponemos. La mayoría de las veces nos callamos por miedo a las consecuencias en el futuro, pero debemos recordar que cuando un jefe nos plantea una tarea, un destino… busca siempre que tú seas parte de una solución. Nunca parte de un problema. Ahí está la clave para que acepte la negativa.
Evitar que la conversación se plantee como un problema para él. ¿Sabrías cómo hacerlo en las siguientes situaciones?
Rechazar un ascenso
Aquí la ‘trampa’ puede estar en dejar la imagen ante nuestro jefe de que nos asustan los retos o que escurrimos el bulto cuando nos exige un mayor compromiso. Por eso, al dar esta negativa debemos explicar bien las razones personales y profesionales que nos animan a tomar esa decisión y decir abiertamente que no queremos cerrarnos la puerta a futuros ascensos. Lo importante es ayudarle a encontrar una solución, proponer a la persona que consideres más adecuada para ese puesto. Si actúas de esta manera tan honesta, el impacto que se desarrolla en el superior es brutal, porque das sensación de lealtad con la compañía, no de escurrir el bulto.
Pero, ¿conviene mantenerse firme si el jefe utiliza la trampa del «tú eres la única persona que puede hacerlo»? Si no acepta la primera negativa, siempre se puede plantear que se busque a otro profesional en el mercado con un perfil más alto que el tuyo. Incluso lo contrario. Proponer a una persona con un perfil más bajo que el tuyo, comprometiéndote a hacer de tutor. Dices: «la propuesta no me interesa, pero me arremango a ayudaros». Si no hay alguien que dé exactamente el perfil, vamos a buscar a alguien que tenga ungappara el puesto y me comprometo a desarrollarle hasta que esté a la altura.
Evitar un marrón
Rechazar un trabajo es mucho más complicado. Las tareas son innegables, a menos que sea una tarea muy concreta que no es de tu puesto pero siempre se puede tomar el camino de en medio. La solución no está en decir no, sino en hablarlo. No puedes negarte a hacer algo urgente, pero puedes intentar retrasar el plazo de entrega. Incluso desglosar el trabajo por partes, exponer el tiempo que te va a llevar cada una de ellas y negociar varias fechas de entrega. Otra opción cuando te piden que elabores un mini informe para ayer, es hacerle ver al otro que trabajar en esas condiciones te hace cometer errores que de otra forma no se producirían. Decirle: me gustaría presentar el trabajo sin fallos, con la calidad a la que estamos acostumbrados.
Exceso de trabajo
También con tacto se puede evitar que el jefe acabe sobrecargándonos de trabajo. La idea es sustituir expresiones del tipo «esto no lo hago» por otras como «lo hago encantado, pero ten en cuenta que tengo estas otras cosas pendientes. Vamos a sentarnos a ver cuál es la más prioritaria y cuáles se pueden delegar a otras personas».
Rebatir sus ideas
¿Y cómo decirle a un superior que su último proyecto no es ninguna genialidad? Sencillamente, sin llegar a ofenderle y buscando argumentos de guante blanco.
Hay que evitar las expresiones abiertas del tipo «no me gusta nada» o «esto es una bobada». Si centras tu negativa en las razones por las que no te gusta la y utilizas argumentos que no resulten agresivos, como ««no lo veo viable», «no me parece la mejor acción» o «no se ajusta a las líneas de la compañía», mantendrás su confianza.
Cinco técnicas para no dar un paso en falso
Primero, analiza en qué empresa estás trabajando y hasta dónde puedes llegar. Hay empresas en las que ciertos temas no admiten un ‘No’ por respuesta. Por ejemplo, si el lunes hay que entregar un proyecto concreto con una fecha límite, debes saber que un ‘No’ es una alternativa impensable.
Intenta descubrir cuáles son las motivaciones de tu jefe. Aprender a conocerle te ayudará a buscar la raíz de su petición. Si es un trabajo que le han pedido a él desde arriba o es una idea que se le ha ocurrido a última hora porque acaba de caer en la cuenta y que posiblemente no tiene demasiada importancia.
Antes de mostrar tus cartas, averigua sus necesidades reales. Intenta conseguir información útil para definir tu postura. Pregunta sobre todo el qué y evita los por qués. Es mejor preguntar qué es lo que buscáis con este ascenso o qué necesidades tenéis para pedir este trabajo a decir abiertamente por qué me habéis elegido a mí o por qué tengo que ser yo quien lo haga.
Tómate un tiempo para pensarlo. Debes analizar a qué estas dispuesto a renunciar y qué estás dispuesto a poner encima de la mesa. Este tipo de conversaciones conviene plantearlas siempre como una negociación a medio y largo plazo.
En el momento de la verdad, concéntrate en dos objetivos: reducir la resistencia inicial y lograr que vea un beneficio para él o el trabajo. Intenta acotar el problema y sugerirle qué es lo que esperas de esa situación. Si no acepta un no por respuesta, intenta repetir tus argumentos poniéndote en su lugar: “sí, tienes razón, pero ten en cuenta que…” o “vale, pero acuérdate que comentábamos…”. Sobre todo, debes evitar las posturas inflexibles. Si te enrocas, estás resolviendo el problema de momento, pero probablemente estás provocando un conflicto entre los dos a largo plazo. Hay que mirar siempre las consecuencias futuras de tu actitud.