Aun a riesgo de trivializar la cuestión, si existe un personaje que personifique como pocos el miedo del emprendedor a diluirse ante una ampliación de capital ese es el Gollum de la Tierra Media de El señor de los anillos. Su obsesión por poseer el anillo único es casi tan exagerada y poco fructífera como la de muchos emprendedores por mantener la titularidad de su empresa cuando se enfrentan a una ronda de inversión. Porque, como bien recuerda Fede Segura, asesor legal de la Red de Business Angels de Esade, Esadeban, “la dilución de capital es inherente a la práctica totalidad de las rondas de inversión que acomete una sociedad cuando los socios existentes previos a la ronda no suscriben esta ampliación de capital”. Es decir, poco más o menos que relájate y disfruta.
Bromas aparte, no está de más asumir que, aunque te diluyas, “como subes de valor, tienes menos porcentaje de algo que tiene más valor”, explica Carlos Andonegui, fundador y director de Vinopremier.com y profesor de EAE. Él empezó teniendo el 50% de su compañía, pero tras tres rondas de financiación ha visto reducido su porcentaje al 32,5% pero de una compañía mucho más grande: “Lo tengo claro, prefiero ser cola de león, que cabeza de ratón”. O, como lo plantea Luis Martín Cabiedes, socio de Cabiedes & Partners: “Hazte una pregunta, ¿qué quieres ser: rico o rey? ¿Quieres tener el 10% de una empresa que vale 20 o el 2% de una empresa que vale 100? El paquete a priori es igual, pero ni el potencial ni el poder son los mismos. Los Botín apenas tienen un 0,63% del Banco de Santander, pero siguen llevando las riendas”.
Así las cosas, ¿cuán grave es diluirse? En realidad, “no debes tener miedo a diluirte, pero sí a perder el control”, insiste Luis Gosálbez, CEO de Terminis y Metricson. Algo con lo que está muy de acuerdo Pep Gómez, CEO y fundador de Fever. Para este emprendedor con más de ocho millones de dólares levantados a sus espaldas, “lo importante es focalizarse no en maximizar lo tuyo sino el valor total de la compañía. Si haces un buen trabajo, los propios inversores tienen todo el incentivo de ir dándote más stock options, o lo que sea para motivarte y mantenerte al mando de la empresa”.
Qué hacer
Si aún así, sigue dándote pánico perder la titularidad de tu compañía, quizás te sirvan estas ocho estrategias:
Haz la búsqueda con calma. Como señala Rodolfo Carpintier, CEO de DAD, “la mejor manera de evitar la presión de los inversores es empezar a buscar los fondos con meses de antelación. Es la forma de acudir más libre a la negociación”. En efecto, si el inversor te ve desesperado por coger dinero va a apretar las tuercas; por tanto, cuanto menos prisa tengas, mejor. Y, como aconseja Cabiedes, “sólo debes ir a por dinero cuando estés seguro de que esa inyección de capital aumentará de verdad el valor de tu empresa”.
Y tú también. Lo ideal es que puedas acudir tú también a las rondas con algo de capital propio, bien por medio de tus ahorros bien pidiendo algún tipo de préstamo público o privado, que de alguna manera te permitan ir manteniendo tu posición de fuerza en el consejo.
Divide tus necesidades en rondas. “Lo importante es que el emprendedor tenga claro, desde el primer día, un plan de negocio y una estrategia de financiación que lo respalde. Si sabe cuánto le costará ejecutar su plan, podrá dividir este importe en distintas rondas, de tal manera que primero haga rondas más pequeñas que no le supongan una dilución muy importante y, a medida que vaya consiguiendo mejores métricas, pueda hacer rondas más grandes”, explica Ramón Saltor, cofundador y CEO de The Crowd Angel. Es un poco la máxima de Meinrad Spenger, CEO de Másmóvil: “No es sano arrancar la empresa con grandes cantidades de capital porque no estás preparado para gestionarlo de forma eficiente, así que es mejor ir ampliando poco a poco”.
Busca más de un inversor. La exclusividad siempre es un peligro que nos puede llevar a aceptar cláusulas abusivas. Por eso, busca más de un socio. En el caso del equity crowfunding, por ejemplo, te permite hacer ampliaciones de capital a través de muchos socios que sólo pueden adquirir paquetes pequeños, lo que no compromete tu titularidad. El problema con esta opción es que la gestión de tanto socio accionista puede ser caótica: te interesa vehicularlos en algún tipo de sociedad o grupo.
Y elígelos buenos. Para Ángel San Segundo, profesor de EAE y director del Área de Keiretsu Forum, “en el momento en que das cabida a un inversor, ya estás diluyéndote, de manera que busca a alguien que, además de capital, dé valor a tu empresa, que te ayude a crecer”. Marc Collado, cofundador de Iomando y campus manager en Barcelona de Ironhack, recuerda así su experiencia: “En Iomando levantamos 150.000 euros. Estábamos muy obsesionados con el tema de la dilución, con el miedo a perder capital, y no nos dimos cuenta de que la discusión real está más en conseguir inversores alineados, que te puedan aportar, el llamado smart money”. Para Meinrad Spenger, está clarísimo: “Muchos emprendedores están desesperados por coger pasta y meten gente que se aprovecha de su experiencia y de su confianza o que son inexpertos en invertir y se ponen nerviosos. Hay que mirar muy bien a quien invitas a la fiesta”.
Busca fuentes alternativas. “Hay otras fórmulas de financiación que no son vía equity y que tienen un nivel de exigencia y rigor menores. Algunas muy interesantes son, por ejemplo, el crowfunding de recompensa (en los que obtienes financiación para las primeras fases a cambio de producto) o el crowdlending (préstamos entre particulares). La media de capital está en el orden de los 60.000 euros”, explica San Segundo.
Trabajo por acciones. “Fundé Take a Chef sólo con mi capital y mi trabajo, pero cuando quise llevar la startup a la siguiente dimensión tuve que optar por una inversión. Entonces me planteé para qué iba a necesitar ese dinero y, tras hacer mis números, me di cuenta de que el 70% lo iba a destinar a capital humano, así que decidí ampliar con capital propio el 30% restante y el 70% a través de socios trabajadores que yo elegiría. Ellos trabajarían por un salario muy inferior al que les correspondería, y ese importe se sustituía por equity. Pensé, si meto a un inversor voy a tener una persona supervisando y tengo que formar un equipo. Mi apuesta fue a la inversa: meto gente que me va a ayudar y va a estar más comprometida porque va a formar parte del accionariado”, explica Galder Kabiketa, fundador de Take a Chef.
Finánciate con tus clientes. Para Luis Martín Cabiedes, socio de Cabiedes & Partners, es evidente, “si no quieres diluirte no busques inversores. Me escandaliza el que se valoren como éxitos rondas de financiación elevadas que sólo tienen un buen powerpoint. Prefiero las empresas como Zara que, hasta que no tienen un tamaño, no salen a Bolsa. ¿La clave? Finánciate a través de tus clientes: te dan dinero pero no se llevan tu empresa a cachos”. Es lo que se ha dado en llamar bootstrapping, llevarás un crecimiento más lento pero más estable.
3 consejos que valen su peso en oro
1. Ni por arriba ni por abajo. “Infravalorar no es recomendable, pero supravalorar tampoco porque pone mucha presión en el emprendedor”, afirma Meinrad Spenger. Para Fede Segura, es más interesante para el emprendedor una valoración alta, “porque así más tendrán que pagar los nuevos socios por entrar y menos se diluirán los emprendedores”. También hay que entender que “cuanto mayor sea la valoración en la ronda de inversión inicial, mayores deberían ser las valoraciones futuras.
2. Eligiendo bien el discurso. “Es muy importante saber bien con quien estás negociando para poder saber qué indicadores manejar: si es especialista en share, los indicadores que le van a interesar son los share rate; si es un fondo de retail, tendré que hablarles en término de ventas”, explica Luis Gosálbez. Y también hay que entender que no son iguales las valoraciones en función del sector. Hay que ser racionales en los que se pide, en el plan de negocio y en la escalabilidad.
3. Cuidado con la valoración pre y postmoney. Gosálbez y Segura ponen el mismo ejemplo para explicarlo: imaginemos que valoramos la compañía en un millón de euros (premoney) y que queremos pedir 100.000 euros. A priori cabría pensar que el porcentaje que correspondería sería un 10%. Pero, en realidad, con esa inversión, la empresa pasa a valer 1.100.000 euros (postmoney), con lo cual el porcentaje que corresponde al inversor sería de un 9,09%.
¿cómo valorar mi startup?
“Una startup vale lo que la gente esté dispuesta a pagar por ella”, matiza Luis Gosálbez. Y es cierto, especialmente cuando estamos en estratos iniciales en los que la empresa no ha cogido velocidad de crucero y no hay apenas métricas ni números a los que poder acogernos para cuantificar cuánto valor tiene nuestro tesoro. De manera que esta valoración suele resultar “casi de un pacto entre caballeros”, añade Ramón Saltor. Los métodos más objetivables serían:
El método de descuento o de flujos de caja. Como explican en el informe El proceso de inversión privada: elementos básicos para cerrar operaciones con éxito, editado por Asban, este método consiste “en descontar al día de hoy los flujos de caja que una compañía o proyecto espera recibir en el futuro, usando para ello una tasa de descuento apropiada. En las inversiones en fases iniciales, debido al alto riesgo de los flujos de caja, la tasa de descuento que se utiliza es ad hoc, y oscila entre 33% y 55%”.
El método de múltiples o comparables.Es el método más habitual. Se trata de analizar el valor de otras compañías que tengan unas características similares a la nuestra.
El método de dilución. “Consiste en fijar una valoración en relación a la necesidad financiera y el porcentaje de participaciones que el emprendedor está dispuesto a ceder”, indica Saltor.
El método VC o método de capital riesgo. En palabras del CEO de The Crowd Angel, “se trata de estimar un valor de venta razonable dentro de un margen de tiempo definido y así calcular a qué valoración se tendría que entrar ahora para conseguir los objetivos de rentabilidad esperada”. Cabiedes le pone cifras: “Una vez establecido el proyecto al que queremos llegar, estimamos su valor. Imaginemos que lo valoramos en 10 millones. Fijado esto, nos planteamos ¿cuánto nos va a costar llegar hasta allí? Pongamos que lo tasamos en 300.000. Como el inversor tiene que multiplicar su inversión por 10 (en mi caso es la cifra que tengo estimada, otros inversores tendrán otros multiplicadores) y el emprendedor necesita 300.000 euros, nos da que lo que yo quiero obtener cuando alcancemos el tamaño o el plazo establecido son 300.000 x 10, es decir, tres millones de una empresa que vale 10. De manera que mi porcentaje será del 30%”.