Mucho jefe y poco remero.
El cortoplacismo y la búsqueda de beneficio inmediato, tan presente en la crisis de las subprime, sigue vigente en muchos planteamientos empresariales que no dudan en recortar plantilla por la base dejando jerarquías sobredimensionadas, con sus bonus y sus stock options intocables. Es como el famoso chiste de los remeros japoneses y españoles, en el que en la barcaza de los españoles había muchos dando órdenes y sólo un remero y al final despedían al remero. Esta disfunción tan típicamente nacional sigue presente a la hora de reducir personal y provoca malestar, tensión y falta de compromiso entre el resto del personal.
O el remero que hace el trabajo del jefe.
Es la otra tendencia: desde el departamento contable o de RR HH se hacen números sobre el papel y se decide recortar por el sueldo más alto, sin valorar en serio las funciones y el desempeño del profesional. La consecuencia: alguien debe hacer el trabajo de ese jefe ausente, asumir sus responsabilidades y, lo más habitual, sin ningún tipo de reconocimiento. Esta situación es mucho más peligrosa de lo que pueda parecer a priori porque tiene consecuencias para el trabajador y para la empresa. Para el primero porque se siente presionado, estresado y explotado, lo que deriva en malestar y falta de compromiso. Para la empresa, porque deja en manos inexpertas labores de gestión y dirección.