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31 Mar, 2023

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‘La empresa no es tu hijo’… y otras 4 creencias errónea el emprendedor

Hay muchos pensamientos que paralizan al emprendedor. Estos son 5 de los principales.

1) La empresa no es tu hijo

Emprender te pone una lupa en tu personalidad, destacándote tus puntos débiles”, resume Sira Pérez de la Coba, CEO y fundadora de Shazura. Y en esa breve afirmación se condensa toda la verdad emocional del emprendimiento: puede sacar lo mejor de nosotros mismos, pero también lo peor, y lo hace más a menudo de lo que pensamos. Es un poco como denuncia Manuel Fernández Jaria, profesor de la UOC: “El primer gran obstáculo que tienen los emprendedores es su propio techo de cristal. Es su gran limitación invisible. Y este techo de cristal está construido por sus temores emocionales y sus creencias”. En definición de Fernández Jaria, “las creencias son sentimientos de certidumbre, generalizaciones que hacemos sobre el pasado y consideramos ciertas, que nos guían y condicionan nuestras decisiones.

Esas creencias pueden ser palancas, pero muy a menudo son límites y pueden destruir tu proyecto y hacer que lo arranques muerto porque te limites en tu inconsciente”. Para trabajar sobre ellas, Jaria propone un ejercicio en cinco pasos: “En primer lugar, identifica la creencia que te está limitando (por ejemplo, no voy a ser capaz de hacer algo nuevo porque siempre que lo he intentado me ha ido mal). En segundo lugar, explórala, redáctala, explícala para traerla a la conciencia (¿por qué crees que no te ha ido bien, qué evidencias tienes de que es culpa tuya?). Como tercer paso, desfundamenta esa creencia limitante (se trata de abrir una grieta en el planteamiento: ¿siempre te ha ido todo mal?, ¿alguna vez te ha salido algo bien?). En cuarto lugar, refuerza las creencias potenciadoras (¿qué pasó esa vez que funcionó?, ¿qué hiciste?). Y en último lugar, crea una nueva creencia potenciadora”. Superadas las creencias es el momento de afrontar los obstáculos emocionales. Pero, antes de desgranarlos uno a uno, no está de más recordar algunos principios fundamentales que, aunque obvios, el emprendedor tiende a olvidar.

2) A emprender se aprende.

“Cuando decides emprender tienes que transitar al área de aprendizaje a través de mentores, cursos, coaches”, afirma el profesor de la UOC. Y, si bien es cierto que, a nivel técnico o de gestión, ningún emprendedor duda de la importancia de una buena formación, se les olvida que tanto o más crucial es prepararse a nivel emocional.

3) Emprender es un trabajo.

Como explica Marcos Eguillor, profesor asociado del IE y cofundador de varias empresas digitales, como Mad Lions, Barbara IoT o BinaryKnowledge, “emprender no deja de ser un trabajo y debes buscar el equilibrio entre tu vida personal y tu vida profesional. Es un estilo de vida que te exige mucha responsabilidad y sacrificio, pero que debe tener unos límites muy bien definidos: no puedes sacrificar en esta aventura más de lo que tu entorno se puede permitir”.

4) No te lo tomes como algo personal.

“Tú tienes mucha parte en el éxito y en el fracaso de tu proyecto, pero no depende en exclusiva de ti. Existen condicionantes externos que no puedes controlar. Si te lo tomas como algo personal, tanto en lo bueno como en lo malo, te puede destrozar como individuo y como profesional y puede afectar a tu rendimiento profesional posterior”, insiste Eguillor. Ese desapasionamiento es fundamental para poner en perspectiva muchos de los vaivenes emocionales a los que nos podemos ver sometidos durante el emprendimiento. El factor suerte puede jugar a tu favor o en tu contra. Es una realidad. Y es importante entenderlo así para poder jerarquizar qué problemas nos deben preocupar y cuáles no. La empresa/idea no es tu hijo. Esa es una frase que repiten muchos emprendedores y es un error garrafal. Nunca la empresa puede ser lo mismo que un hijo. Y, si no lo entiendes así, puede que te empuje, por un lado, a realizar sacrificios excesivos que involucren a tu entorno y, por otro, a perder la objetividad con tu proyecto, “esa manía de verlo como a un hijo hace que te parezca el más bonito del mundo. De manera que, si suspende, es culpa del profesor que le tiene manía. Con esto de la empresa, el emprendedor hace lo mismo y piensa que su idea es la mejor del mundo, la más útil, la más eficiente y que, si no funciona, es porque el mercado/profesor no lo entiende o está inmaduro. Eso es un error: el cliente es siempre el que manda. Si tú buscas que la idea salga adelante a base de inversores, de subvenciones, fondos, business angels y olvidas que debes sacarla adelante a costa de tus clientes, tienes un serio problema”, recuerda el profesor del IE.

5) Y desengánchate de tu idea.

O siguiendo con el símil de la paternidad, aprende a matar a tu hijo o, por lo menos, a echarle de casa. “El emprendedor está tan emocionalmente sujeto a su idea o proyecto que a menudo no es capaz de matarlo cuando va mal y eso puede provocar que te consuma más energía de la cuenta. A mí me gusta hablar de la energía del emprendedor como concepto y la equiparo a esa barrita de energía que vemos en los videojuegos y que se va consumiendo mientras echas la partida. En el caso del emprendedor, esa barrita de energía estaría compuesta por un conjunto de elementos (tiempo, dedicación, esfuerzo, quebraderos de cabeza, dinero invertido, las discusiones que ha superado, la resiliencia…). Si el proyecto se convierte en un monstruo, te sobrepasa y no eres capaz de controlarlo o educarlo, debes cortar por lo sano”, explica Eguillor. Y eso en la parte empresarial pasa por cerrar esa línea de negocio que no va bien, matar un producto e incluso echar el cierre al proyecto. Todo, antes de permitir que se nos agote la barrita de energía, porque, en ese caso, volver a empezar nos va a requerir un esfuerzo extra.