Dice Mónica Pérez de las Heras, fundadora y directora de la Escuela Europea de Oratoria que ella, en sus talleres y conferencias para enseñar a hablar en público, utiliza mucho la palabra gestión porque en ello radica la diferencia entre una presentación memorable de otra intrascendente. Autora de 17 libros, Pérez de las Heras acaba de publicar un nuevo título: ‘Oratoria con PNL’ dentro de la serie ‘PNL para profesionales’. Ella es quien no cuenta cuáles son esas 5 áreas que debemos aprender a gestionar bien -las 5 G’s- para alcanzar la excelencia en la oratoria, la única habilidad que, según Warren Buffet, es capaz de aumentar tu valor en un 50%.
1.-Gestión de las emociones
Entramos aquí en el área de la Inteligencia Emocional, es decir, la capacidad que tenemos para gestionar nuestras emociones sin dejar que nos dominen. Se trata, entre otras cosas, de aprender a controlar los impulsos, de regular nuestros estados de ánimo y evitar que nuestras emociones interfieran en nuestra relación con los demás o en nuestras propias facultades racionales.
Un manejo defectuoso de las emociones podría conducir a un orador al nerviosismo, a la inseguridad o a la falta de empatía con la audiencia contestando, por ejemplo, con un exabrupto a una increpación por parte del público.
2.-Gestión mental
Con la gestión mental se refiere Pérez de las Heras al uso de las técnicas de la Programación Neurolonguística (PNL). En líneas generales, puede resumirse que la PNL distingue entre los tres canales principales por el que las personas percibimos un mensaje: la vista, el oído y el cuerpo (tacto, gusto y olfato). Todos absorbemos la información por los tres canales principales, pero en cada persona suele predominar uno. Averiguar cuál es el que predomina en el grupo al que te diriges ayudará no sólo a empatizar y conectar con él sino también a concebir el discurso de una u otra forma para conectar mejor.
Si, por ejemplo, estás seguro de que tu audiencia es muy visual porque va a seguir tu conferencia por streaming interesa reforzar elementos como el colorido, la introducción de imágenes, o el tamaño de los subtítulos. Poco sentido tiene recurrir en este caso a un discurso más kinestésico, el del tercer grupo, donde se refuerzan los sentidos como el frío, el confort, la textura…Sin embargo, cuando nos hallamos ante una audiencia muy heterogénea, la recomendación de la experta en oratoria es recurrir a un mensaje multisensorial apelando a todos los sentidos.
3.-Gestionar los tres tipos de lenguaje
Hay quien dice que los humanos captamos el 7% del mensaje por las palabras, el 38% por las características de la voz y el 55% por el lenguaje corporal. La estadística no es de Pérez de las Heras, pero sí que comparte la necesidad para ser buen orador de aprender a gestionar estos tres tipos de lenguaje:
El lenguaje verbal. Corresponde al lenguaje natural, el que utilizamos la inmensa mayoría de manera espontánea para comunicarnos con otros conforme a un código aprendido y asimilado.
El lenguaje paraverbal. Este hace referencia al uso de la voz y las variaciones que hacemos de ella jugando con la entonación, el volumen, el ritmo, la articulación y lo que la experta en oratoria refiere como “los puntos y las comas”, que se corresponden con los silencios y las pausas. En su opinión, la voz es en un 70% responsable de que uno resulte bueno o mal orador. “Puedes haber preparado la mejor presentación o discurso del mundo que, si no dominas esta parte, te lo cargas”, afirma.
El lenguaje corporal. Aquí ya prescindimos de la estructura sintáctica y de las palabras para adentrarnos en la comunicación no verbal. Todo eso que expresamos cuando nos metemos las manos en los bolsillos, cuando miramos hacia abajo o cuando se nos van los pies hacia la salida de la sala.
4.-Gestión de los contenidos
Se refiere al contenido. Saber cómo estructurar bien un discurso para hacerlo atractivo y captar la atención del público durante todo el tiempo. Tan importante es un buen arranque como el final.
Como consejo principal en esta parte, Mónica Pérez de las Heras recomienda la sorpresa para llamar la atención del público. Es la forma de asegurarte de que, buena o mala, al menos recordarán tu intervención. Formas de sorprender al público hay muchas, desde recurrir a una historia emotiva, hasta un buen chiste, una frase bonita o un largo silencio.
5. Gestionar la actitud para salir airosos de cualquier percance
Por último hay tres claves que, según Mónica Pérez, siempre nos van a ayudar a salir airosos en caso de apuro en una presentación. Son estas:
-Naturalidad. Nada mejor que ser tu mismo y mostrarte como realmente eres. Es una buena fórmula para solventar situaciones imprevistas como cuando, por ejemplo, no funcionan los micrófonos o el proyector.
-Humildad. Es absurdo enfrentarte a un público, del tipo que sea, pensando que eres el rey del mundo y estás ahí para aleccionarlos como el experto que crees ser. Es preferible adoptar un perfil más bajo mostrándote también como un aprendiz, de manera que si surge una pregunta cuya respuesta desconoces, lo mejor es reconocer que no lo sabes y consultar si hay alguien en la sala que tenga alguna respuesta.
-Hablar con el corazón. Ninguna presentación carente de pasión será efectiva. Sostiene Mónica Pérez que un buen orador tiene que aprender a hablar desde el corazón y saber transmitir emociones, aunque el tema sea un balance. Eso sí, cuando se trata de un balance negativo, algo que alienta más al enfado que a simpatía, habrá que desprenderse primero de lo que la experta llama la carga emocional al objeto de convertir lo que podría derivar en una regañina en un discurso motivacional que anime a los empleados a superar ese bache, como ya han sido capaces de demostrar en muchas otras ocasiones anteriores.
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