Ya lo decía Eric Ries, en El método Lean Startup y lo recalca en El camino hacia el Lean Startup, que, para transformar la cultura de una empresa e impulsar su crecimiento a largo plazo, la innovación debe ser continua: “Implica crear las capacidades necesarias para generar descubrimientos de manera reiterada aprovechando la creatividad y el talento de todos los niveles de la organización”.
Ries sostiene que todas las empresas necesitan equipos capaces de experimentar. “Y nada mejor para lograrlo que crear startups internas, y dotarlas de un sistema de apoyo, gestión y recursos”.
Hasta ahí, todo claro, pero cuando creas esos equipos que serán los encargados de ‘experimentar’ esos cambios, ¿qué mecanismo de financiación hay que fijar para que puedan desarrollar sus innovaciones?
Ries enfrenta la financiación ‘tradicional’ por derecho a la financiación dosificada. ¿Y cuál es más eficiente?
Dice este experto que la mayoría de empresas que conoce utiliza el mismo procedimiento presupuestario, que denomina ‘financiación por derecho’: “Hay un proceso de consignación de fondos, en el cual se evalúan todos los proyectos, las iniciativas y los departamentos propuestos. A los ‘ganadores’ se les fijan objetivos de financiación para el año siguiente, con sujeción a ajustes trimestrales. Y a menos que se produzca un fracaso catastrófico muy notorio, se espera que el proyecto ganador siga avanzando trimestre a trimestre, incluso año a año. La mayoría de los proyectos financiados en un año determinado también recibirán financiación al año siguiente, quizá no al mismo nivel, pero casi nunca se cancelan”.
Este ‘grifo’ abierto de recursos tiene un peligro: “Si los equipos se sienten con el derecho a recibir financiación de forma continua, es prácticamente imposible generar energía y el enfoque que requieren las startups. La innovación sin restricciones no es una ventaja: la tasa de mortalidad de startups es excepcionalmente elevada para los proyectos que reciben exceso de financiación, con numerosos ejemplos nefastos”, afirma Ries, que subraya otro problema de la financiación por derecho: la cantidad de reuniones relacionadas con el presupuesto a las que asiste el director del equipo de proyecto.
Y frente a esta forma tradicional de actuar, Ries plantea la financiación dosificada: “Libertad absoluta para gastar el dinero, con criterios sumamente estrictos para obtener más financiación, que responden únicamente al aprendizaje validado”.
Esta mentalidad de libertad es un factor esencial que posibilita la existencia de las startups. “Es difícil saber con antelación –señala Ries– en qué momento la empresa va a tener que pivotar, pero, a menudo, ocurre repentinamente. Por eso, es importante que la empresa sepa cuánto dinero le queda y que pueda usarlo rápidamente, sin tener que pasar por evaluaciones interminables”.
Ries enumera alguna de las ventajas de la financiación dosificada frente a la ‘tradicional’:
– Mentalidad de escasez.
– Cambios en la ecuación de quién es el culpable si el proyecto fracasa.
– Permite gestionar un conjunto de proyectos como una cartera explícita, con sus propios indicadores.
– Importante reducción de los compromisos burocráticos de los equipos (reuniones, tiempos de espera, etc.).
– Considerable mejora del enfoque en ¿qué tengo que aprender para acceder a más financiación?