Gossip nació en el año 2013 como una red de microblogging enfocada a los adolescentes. En ella los usuarios podían referir cualquier chisme o rumor sobre otros jóvenes del círculo mientras que el resto votaba para corroborar o desmentir. En España, el mundo del cotilleo funciona y Gossip también funcionó. Fue a raíz de una cena de alumnos de Esade en la que se comentó la herramienta y la viralización fue bestial. De la noche a la mañana Gossip se convirtió en un fenómeno social que abría informativos y ocupaba páginas en los periódicos. El problema era que el revuelo obedecía más a las voces de alarma que al acierto del ingenio dado que, al parecer, muchos vieron la oportunidad de insultar a otros compañeros y profesores de manera impune. “Insultos y vejaciones anónimas que aparecen en la aplicación de rumores Gossip, que ha calado hondo entre los adolescentes”, publicaba el periódico de la Vanguardia haciéndose eco de un grupo de padres de alumnos de algunos centros escolares.
Ello no fue óbice para que la aplicación alcanzase pronto las 24.500 descargas, y eso que prácticamente no llegó a salir de Barcelona y algunas otras ciudades de Cataluña. El problema se agravó cuando ya no eran sólo periodistas los que se apostaban en la puerta de las instalaciones de la empresa, sino también la policía alertados por los padres de los menores y el mal uso de la aplicación.
“Ninguna de las denuncias de los padres llegó a trámite. Nunca se levanto acta” dice recuerda Ignacio Espada Arés, cofundador de Gossip. El equipo lo integraban grandes ingenieros, “los mejores de entonces”, y todos se afanaron en aplicar protocolos de protección que eliminase la entrada de menores a la aplicación. Pero ya era tarde, el escándalo se había propagado y, pese a las métricas de elogio, ningún inversor se quiso apostar por el proyecto que ya había hecho demasiado ruido. Sólo Mola.com se atrevió con 50.000€. Para salvar la situación, se procedió a un rebranding y giró hacia una especie de foro de temáticas diferentes. “Aquello no explotaba y tampoco era lo que queríamos. Y ahí decidimos morir”, cuenta Ignacio Espada, actual CMO en Valeet
Por qué murieron
Métricas envidiables, un equipo excelente, buena acogida en el mercado…¿Por qué murieron? “Morimos de éxito. Crecimos de una manera desorbitada, pero con usuarios que no nos esperábamos. Fallamos también en la gestión a la hora de resolver la crisis que se nos vino encima. El otro fallo es que no nos preocupamos por monetizar desde el principio. La idea era tener mucha masa crítica y luego ya veríamos cómo obtener los ingresos, pero solo llegamos a la primera parte”. Y después de un profundo ejercicio de autoincumplarse, llega Ignacio Espada a otro de los fallos principales que cometieron “hacer caso a gente de fuera, a los gurús del emprendimiento. Ahora ya tengo claro que nadie conoce tu empresa ni tu producto mejor que tú”, afirma.