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28 May, 2023

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“La IA no traduce, compara textos. Aún así, no deja de ser una amenaza para el sector”

La inteligencia artificial (IA) está revolucionando muchas industrias y la traducción no es una excepción. Frédéric Ibáñez, CEO y fundador de Optilingua Group, una de las compañías de traducción más importantes de Europa, habla de los cambios que se avecinan en el sector y sobre el futuro profesional de los traductores humanos.

IA

Desde que se estableciera como traductor autónomo hace más de 40 años, Frédéric Ibáñez ha sido capaz de forjar una de las empresas de traducción más importantes de Europa. Optilingua Group es el paraguas que cubre a las diferentes marcas que se reparten por el territorio comunitario, entre ellas Alphatrad Spain.

El grupo, de origen francés, está presente en 12 mercados y cuenta con más de 80 oficinas desde las que ofrecen cualquier servicio relacionado con la traducción, desde textos de todo tipo, hasta correcciones, interpretación, transcripciones, doblajes de voz o subtítulos. Para ello, cuenta con una plantilla propia que ronda las 30 personas y con una red cercana a los 3.000 traductores que trabajan con ellos.

Su dilatada experiencia hace que Frédéric Ibáñez sea una de las voces más autorizadas para hablar de la evolución del sector de la traducción y hacía lo dirigen las nuevas tecnologías.                                          

EMPRENDEDORES: ¿Cómo consiguió dar el salto de autónomo a dirigir su propia multinacional?

FRÉDÉRIC IBÁÑEZ: Decidí establecerme como traductor independiente después de trabajar un tiempo como agente comercial y darme cuenta de que no quería trabajar para terceros. Además del francés, hablo perfectamente español, dada mi ascendencia paterna, portugués, italiano e inglés así que comencé con estos idiomas, haciendo yo mismo las traducciones. 

Más adelante se me ocurrió que podía aprovechar un telex que tenía en casa -entonces no había aún internet ni correo electrónico- para conectar con otras agencias que trabajasen con lenguas diferentes a las mías y subcontratar su servicios. De esta forma conseguí ampliar y diversificar mi oferta sin necesidad de hacer un fuerte desembolso, además de reducir los plazos de entrega a un día en lugar de los 3 o 4 habituales entonces. Fuimos también pioneros en la entrega de traducciones a domicilio. Todo esto y la calidad de nuestro trabajo fueron las claves para marcar la diferencia del resto y que Optilingua empezara a alzar el vuelo. A la oficina original de París le siguieron otras en  Estrasburgo, Lyon…hasta, poco a poco, expandirme por toda Francia. A partir de ahí, me planteé la internacionalización.

EMP.: ¿Cómo fue ese proceso de internacionalización?

F.I.: Al principio era yo mismo quien se encargaba de abrir los nuevos mercados. Empecé por Portugal por aquello de que, si fallas, mejor hacerlo en pequeño, pero salió bien. El segundo fue España, con Alphatrad Spain. Aquí lo que hice inicialmente fue contratar un servicio de call center para que gestionasen ellos los encargos de los clientes. A los dos años, abrimos nuestra propia oficina en Madrid.

Después de acabar con la expansión por los países de habla mediterránea, fuimos a por los germánicos y anglosajones. Como son lenguas que yo no hablo, en estos casos recurrimos a los servicios de profesionales comerciales nativos para que implantasen Optilingua en su país. No obstante, la marca fue adoptando distintas denominaciones según el territorio porque, a veces, el nombre que queríamos estaba ya registrado o no se entendía bien.

También, aunque en menor medida, hemos crecido de forma inorgánica mediante pequeñas adquisiciones de otras agencias. Hoy, Optilingua Europe engloba las marcas de Alphatrad, que es la que opera en España, Traducta y Viaverbia. Estamos presentes en Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo, Holanda, Portugal, España, Suiza y Reino Unido con más de 80 centros en total y una red de colaboradores autónomos que oscila entre los 2.000 y 3.000 traductores, según temporada. Esto sería, más o menos, como el equivalente a un centenar de personas trabajando a full con nosotros. Aparte, contamos con nuestra propia plantilla que integran 30 personas, la mayoría emplazados en Portugal. 

EMP.:¿Y cómo se gestiona un ejército multicultural de 3.000 autónomos?

F.I.: Hace años que disponemos de un software propio que se encarga de hacer el match perfecto entre lo que necesita el cliente y los traductores que mejor se adaptan a sus necesidades. Nosotros no tenemos problemas con la captación de talento, los traductores se registran en la plataforma por iniciativa propia. El sotftware permite también monitorizar la ejecución de los proyectos, los plazos de entrega, los pagos…

EMP.: ¿Continúan siendo válidos los factores que le sirvieron inicialmente para desmarcarse del resto con Optilingua?

F.I.: No, entonces estaba todo por hacer. Ibas a las ferias o a algún evento internacional y veías las traducciones tan deficientes que se incluían en los folletos. Había que profesionalizar el sector y esa fue muy oportunidad de negocio. En cuento a las estrategias que utilicé, en su momento sirvieron porque no lo hacía nadie, pero ahora, desde el Covid, todo es diferente, más complicado. Antes, por ejemplo, los comerciales se dedicaban a buscar clientes, visitarlos, hablar con ellos, preparar presupuestos…Ahora los clientes te los proporciona Google, los comerciales escriben más que hablan y, salvo alguna excepción, gestionan todo a través del teléfono móvil o videoconfererencia.

En cuanto a los clientes, anteponen en factor precio al de la calidad. Si piensan que pueden salir airosos con una traducción interna, aunque no sea muy buena, la hacen y eso que se ahorran.

EMP.: ¿Afecta la coyuntura actual al sector?

E.I.: Claro. La producción industrial y el comercio internacional han caído mucho durante los últimos años y esto lo estamos notando. El año pasado facturamos siete millones de euros, tres menos que en 2019, cuando el grupo cerró con una facturación de diez millones. Ahora las empresas buscan ahorrar.

EMP.: Y ahora encima llega la IA y la traducción automática

F.I.: Lo primero que se debe aclarar es que la inteligencia artificial (IA) no traduce nada. Lo que hacen los algoritmos de la IA es buscar todos los textos traducidos en internet, analizarlos, aprender de ellos, comparar y sugerir al usuario el que cree más acertado después de extraer patrones estadísticos, lo que no impide que, a veces, haga interpretaciones absurdas. En consecuencia, el papel del traductor continúa siendo principal y la fuente de conocimiento de la IA. Ello no significa que no puedan cambiar radicalmente las cosas, más conforme avance su desarrollo. 

Sin embargo, no nos queda otra salida que abrazar la tecnología, como hemos hecho siempre, y convertirla en nuestra aliada. A nosotros nos corresponde aportar ese papel diferencial que no proporcionan las máquinas. A pesar de sus numerosas ventajas, la IA dista mucho de ser infalible y sigue teniendo limitaciones en el campo de la traducción. En este sentido, hay un término clave que, a mi juicio, va a marcar el futuro de los profesionales de la traducción que es la palabra post-edición. A los traductores corresponde ahora hacer el trabajo fino que no hace la traducción automática, es decir, revisar y pulir los textos para asegurar el nivel de calidad y la originalidad estilística. Claro que esto reduce la mano de obra y baja los costes porque ya no se requiere la intervención de un profesional en todo el proceso.

Además, mientras que la traducción automática puede ser eficaz para las lenguas más comunes como el inglés, el francés o el español, todavía no funciona tan bien con otras lenguas raras o dialectos de los que no existe todavía un cuerpo importante en internet. 

EMP.: Vamos, que les queda el latín y el griego

F.I.: Entre muchas otras lenguas además de afinar contenidos técnicos, financieros, jurídicos o médicos donde, un sencillo error puede acarrear consecuencias graves. 

EMP.: ¿Cuáles son los contenidos que más se traducen en este momento?

F.I.: Hacemos traducciones para todos y con profesionales especializados en cada rama. En cuando al tipo que textos que más trabajamos en este momento yo diría que es la traducción jurídica, precisamente la más fácil de ser sustituida por la inteligencia artificial en el futuro porque usa un lenguaje muy estructurado. Para compensarlo, nos estamos librando algo con las traducciones juradas que exige la Ley de Extranjería a los migrantes. No son importes elevados, pero son tantas las solicitudes que al final se han convertido en una parte importante de nuestra facturación.

EMP.: ¿A sus 68 años, tiene pensado el proceso de sucesión en la empresa?

F.I.: Soy una persona muy dinámica, pero ahora ya solo trabajo por las mañanas. No es que tenga ganas aún de jubilarme porque me temo que me aburriría, además de que me gusta lo que hago, pero tampoco me apetece ya cargar con todo el peso de la empresa. Hace tiempo que mis hijos asumen ya funciones de dirección y tomando decisiones, yo diría que bastante acertadas, pero habrá que esperar.

EMP.: ¿Seguirá una empresa de traducción un buen negocio?

F.I.: En este momento lo único que se me ocurre es contestar a esa pregunta con otro interrogante.