Los premios al Inventor Europeo son unos prestigiosos galardones otorgados cada año por la Oficina Europa de Patentes (EPO, por sus siglas en inglés), que son conocidos como los Óscar de los inventores. Desde que se creara el Premio en el año 2006, solo dos españoles lo han recibido. El primero fue José Luis Gómez, en 2013, y el segundo fue José Ángel Ávila, en 2017. Estas son sus trayectorias
José Luis Gómez, el ingeniero de Talgo
A lo largo de su historia Talgo ha estado siempre a la vanguardia tecnológica. Gran parte de ese mérito se lo debe a José Luis López Gómez, un ingeniero mecánico que trabajó durante más de 40 años para esta compañía ferroviaria, 24 años de ellos al frente de la Dirección Técnica de Patentes. Aunque continúa prestando asesoramiento técnico, José Luis Gómez está jubilado desde el año 2004.
El galardón lo recibió por el desarrollo de un nuevo guiado de rodaduras que aumentaba la seguridad y el confort de los pasajeros de los trenes, seleccionado ente un total de 123.000 patentes europeas que se presentaron al European Inventor Award de 2013. . Pero no fue este ni su primer ni su único invento. José Luis Gómez atesora en su inventario un total de 21 patentes y, aunque antes no le gustaba llevar la cuenta, ahora piensa que “estas cosas hay que contarlas para recuperar la confianza en nosotros mismos”.
Nacido en un pueblo de Burgos (Quintanilla-Valdebodres) con poco más de 10 habitantes, José Luis López era hijo de un carpintero, “de mentalidad muy avanzada”. Tal vez por eso decidió sacrificar una de las cuatro vacas que tenían para mandar al hijo a estudiar a Madrid en lo que hoy sería un equivalente a la Formación Profesional. Más adelante, él mismo se costearía los estudios de Ingeniería Técnica en el entonces Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI).
Antes de ser fichado en Talgo en el año 1967 pasó por siete empresas. En Talgo entró con la licenciatura ya terminada como ingeniero de apoyo para pasar, posteriormente, a ocupar el puesto de jefe de taller en Barcelona, Madrid, jefe de ingeniería de talleres y, ya en 1990, director técnico de Patentes Talgo.
Desde entonces, se ha mantenido fiel a la empresa que le permitió seguir sus pasos dentro de la innovación y la tecnología aplicada. “Frases como para qué vamos a arriesgar más si nos va bien, o si ya está todo inventado, nunca las he oído yo en Talgo -declara López Gómez- antes al contrario, siempre me sentí arropado por los accionistas y por la dirección de Talgo”.
Como hombre de industria, piensa que hay que animar a la fabricación para no depender de terceros y potenciar la internacionalización de las empresas. “La tecnología debe ir siempre aparejada a una industria para que se genere riqueza nacional”, sostiene.
Y si el sector industrial es la locomotora, el ingeniero es el profesional portador del progreso por eso, le molestan los profesores que, a base de integrales, acaban por desmotivar más que fomentar la vocación de ingeniero. “Se dice que sabe más un imputado de leyes que cien abogados juntos, pues con la ingeniería pasa lo mismo, que no hace falta ser un superdotado y que todo se aprende con voluntad”.
José Ángel Ávila, de la Agencia Espacial Europea
El madrileño José Ángel Ávila recibió en 2017 el Premio al Inventor Europeo a la Investigación. Ávila forma parte de un grupo de expertos, reunido en 2002 por la Agencia Espacial Europea (ESA) para diseñar un nuevo sistema de señales de radio. Es Ingeniero de Telecomunicación por la ETSI de Telecomunicación-UPM y licenciado en Económicas. Doctor (Summa cum Laude) en Ingeniería Aeroespacial por la Universidad FAF de Munich.
En la actualidad trabaja como Ingeniero Principal de Evolución y Seguridad de la Señal GNSS en la Agencia Espacial Europea (AEE) en Noodrwijk, Países Bajos. Ávila, junto al resto del equipo, se ha centrado en una sola constelación de satélites: la del sistema de navegación Galileo, el GPS europeo. El objetivo era conseguir para Europa una independencia en el sistema de navegación y posicionamiento a través de la creación de una tecnología propia superior a la estadounidense GPS y su competidor ruso, Glonass.
“Igual no somos conscientes, pero nuestras redes bancarias y financieras, nuestras infraestructuras estratégicas de transporte, energía y comunicaciones dependen en un alto grado de la navegación por satélite del sistema de GPS estadounidense. Si el sistema cae o por razones estratégicas Estados Unidos lo desactiva o empeora la calidad, las consecuencias serían catastróficas”, justificaba en otro medio la trascendencia de la investigación.
Al contrario que Gómez, las investigaciones de Ávila y su equipo de científicos no han repercutido aún directamente en el devenir de una empresa determinada dado que estas investigaciones hay que situarlas en un entorno de inversión intensiva y un desarrollo a largo plazo. Son tecnologías a futuro para responder a necesidades que todavía hoy se desconocen. Desarrollos como estos no se los puede permitir una empresa o industria concreta sino que han de llevarse a cabo de forma colectiva y con el apoyo de universidades y centros de investigación. Ello no quita para que Ávila defienda una estrecha interactuación entre los entornos investigadores y la industria, mucho más cercana a la realidad de los mercados y de sus clientes.