Que el rol del inversor consiste en poner a trabajar su dinero y sacarle la mayor rentabilidad posible, no lo discute nadie. También los emprendedores tienen claro que, si quieren recibir capital ajeno, va a ser a cambio de determinadas renuncias. Sin embargo, en algunos casos, se encuentran luego conque las exigencias son mayores y ‘la factura’ a pagar más alta de lo convenido.
Algunos emprendedores lo cuentan, pero siempre off the record. Nada de grabaciones y, menos aún, nombres, no vaya a ser que se creen fama de polémicos y espanten a otros posibles inversores. Además, “que no podemos dar nombres porque siguen en el accionariado, que luego no es tan sencillo deshacerte de ellos. Pero sí, creo que sería bueno hablar de ello, sobre todo para prevenir a los más jóvenes”, declara un emprendedor que, como no, prefiere mantener el anonimato.
Como los emprendedores optan por la prudencia, no queda otra que dirigirse a los inversores. De hecho, fue Aquilino Peña, fundador de Kibo Ventures, la persona que inspiró este artículo en el acto de la presentación pública del proyecto de Ancla Life con el que Diego Ballesteros se propone ayudar a los emprendedores de alto impacto a prevenir la salud mental. En dicho encuentro Peña dijo: “Quizás los inversores deberíamos repensar nuestro rol. A veces podemos ser la causa que esté detrás de estas crisis”.
“Acabas de abrir un melón gigante. Es un tema interesantísimo y en el que, dentro de la organización, hemos pensado mucho. Yo he tenido suerte como emprendedor y he podido identificar al inversor como socio. Mi relación con ellos ha sido bastante sana, pero sé que no es lo normal”, fue la respuesta de Ballesteros.
“¿Miedo, de qué?”
Fue el psicólogo Stephen Karpman quien observó tres tipos de roles que enturbian las relaciones interpersonales en las distintas organizaciones: el de salvador, el de víctima y el de perseguidor. Cuando éstos se imponen en una organización acaban por intoxicarla.
En este triángulo, el inversor puede pasar de verse como al salvador inicial al perseguidor final, los ojos que lo ven y lo juzgan todo, relegándose el emprendedor al papel de la víctima. Algunos argumentarán la posición de poder del inversor, pero se equivocan también.
“Ningún emprendedor debería sentirse en inferioridad de condiciones en su relación con el inversor”, declara Tom Horsey, fundador de StartupsLabs y uno de los business angels más activos en el ecosistema nacional con más de 50 startups participadas.
“Deben entender que el inversor está ahí para ganar dinero, ese es su negocio, el cual prospera gracias a los emprendedores. Si un emprendedor está convencido de que tiene un buen proyecto, bien armado y con una valoración razonable, ¿de qué tienen miedo? Los inversores anhelan proyectos así.
Claro que, como en cualquier otra industria, los hay buenos e indeseables, pero corresponde también al emprendedor aprender a identificarlos y no quedarse con lo primero que le llega”.
Algunas de esas prácticas indeseables
En cuanto a algunas de esas prácticas poco ortodoxas a las que, en ocasiones, recurren algunos inversores, Matías Bonet, CEO de smashforward, CTO de Lemon.Markets, mentor y angel investor con larga trayectoria en startups en fases iniciales, proporciona algunos ejemplos:
1) Retractarse a última hora del cierre de una operación. Esta circunstancia puede darse incluso con el preacuerdo firmado y con todas las condiciones ya establecidas, una vez llevada a cabo la due diligence. Esto, en principio, podría ser denunciable dado que al documento se le atribuye carácter vinculante. Distinto es si los inversores se retractan pocos días antes, pero no hay nada firmado aún.
Señalar, que también es penalizable a la inversa, esto es, cuando la negativa de continuar con la relación parte de los emprendedores.
No obstante, cuando se produce la primera circunstancia, lo normal es que los emprendedores acaben asumiendo el varapalo en lugar de entretenerse con denuncias. Saben que el runway sigue su curso y a su ritmo de manera que, antes de quedarse sin efectivo, es preferible pasar página y apresurarse en la búsqueda de otros inversores.
2) Falsas due diligence. Consiste en una táctica mediante la cual los inversores, con la decisión del proyecto a invertir ya adoptada a priori, prosiguen aplicando procesos de due diligences a otros equipos con una solución similar y aspirantes, también, a recibir capital. Acceden así a las ‘tripas’ de la competencia, se enteran de todas las fortalezas de los competidores y se las transmiten al proyecto elegido para que implementen la solución.
3) Presionar en sucesivas rondas. Este caso ya no es referido por Matías Bonet, sino por un emprendedor ‘anónimo’ que lo vivió en sus carnes. Sucedió que la startup consiguió cerrar las negociaciones para una ronda de 1,5 millones de euros. Sin embargo, a la hora de suscribir el acuerdo, chocó con la negativa de otros inversores precedentes a firmar el consentimiento si no accedían a determinadas condiciones. Él conflicto se cerró cediendo a los ‘amenazantes’ una participación de la compañía mayor de la que les habría correspondido.
Los deberes de los inversores
Enterarse de actitudes tan execrables como las referidas es algo que fastidia, en primer lugar, a los propios inversores, no porque trascienda la información sino porque enturbia la imagen de la industria.
La diferencia principal entre un tipo de inversor y otro radica en asumir una actitud más de socio que de mero capitalista. “El inversor tiene que ser un socio del emprendedor, para lo bueno y para lo malo -declara Aquilino Peña– A veces los inversores asumen que su rol es únicamente el de exigencia y olvidan a lo que es habitual en inherente a cualquier negocio, que sube y que baja cada día, y eso hay que tenerlo en cuenta.
Yo creo que, dentro de las tensiones que ya tiene un negocio per se, tienen tensión de equipo, tensión de mercado, tensión de caja…lo que no hay que añadir es tensión relacionada con el inversor y sus exigencias continuas. Si las ventas caen, hay que hacer antes un esfuerzo por entender la causa, lo que está pasando con el mercado y tener un poco de paciencia para ver cómo evolucionan las cosas y no olvidar que lo que para nosotros, los inversores, es una participada más, para los emprendedores es su vida. Las cosas se ven un poco diferentes entre una perspectiva y otro”.
También para Rafael Moya, CEO de Codify, fondo de inversión libre para proyectos cripto, entiende que el problema con los inversores surgen “cuando se trata de una especulación pura y dura, careciendo de la madurez y experiencia que necesita esta industria”.
Los deberes de los emprendedores
Pero, ya se ha dicho, que la obligación de seleccionar bien a los inversores es un trabajo que recae, en última instancia, en los emprendedores. Para acertar en dicha elección y asegurarse una relación más o menos armoniosa a futuro, los mismos inversores ofrecen una serie de consejos.
1) Hacer tu propia ‘due diligence’ de los inversores. Cuantas más referencias e información obtengas de los inversores, más probabilidades de acertar. Tanto puedes pedirles a ellos información sobre su trayectoria en otras participadas como documentarte por su cuenta y hablar con otros equipos participados. En la conveniencia de realizar este trabajo previo coinciden todos los consultados para este artículo.
“A ningún responsable de Recursos Humanos se le ocurriría contratar a una persona para un puesto relevante sin pedir referencias o averiguar antes su trayectoria. Pues lo mismo para las startaups con los inversores”, dice Bonet.
2) El pacto de socios bien hecho. De la misma manera que se elabora un pacto inicial entre los fundadores de la compañía, hay que ser muy cuidadoso con las cláusulas que se establecen para la incorporación de los socios capitalistas o inversores. “Hay que huir de desequilibrios, establecer los tipos de mayorías para evitar, sobre todo, que un inversor concreto tenga veto. Eso es lo peor porque, a partir de ahí, puede chantajearte en todo, desde en rondas ulteriores hasta en acciones de gestión tan sencillas como contrataciones o cambios de sede”, advierte Aquilino Peña.
3) Un modelo sólido y valoraciones con sentido. Cierto que existe cierta confusión en el tema de las valoraciones corporativas alentadas, muchas veces, por la capacidad de atraer capital cuando lo que debería primar, a juicio de Horsey, es “tener un buen proyecto, algo sólido, con una buena valoración, pero realista”.
Coincide Bonet en este punto al subrayar que en momentos de crisis, como el que asoma ya en todo el mundo, es cuando empezamos a ver el derrumbe de grandes compañías, tipo Gorillas o Spotify, con un modelo de negocio dudoso desde la perspectiva de la sostenibilidad económica.
4) Cuéntalo. Aunque pocos emprendedores se atrevan a revelar públicamente que se sienten engañados o que son víctimas de prácticas poco ortodoxas, lo cierto es que al final las conversaciones ‘irrelevantes’ de pasillo aquí también funcionan muy bien así que ahí va la última recomendación de Aquilino Peña: “Este es un negocio de confianza, de relaciones, y este tipo de comportamientos se acaban sabiendo por eso creo que es importante que la gente hable, de lo bueno y de lo mano, y con nombres si hace falta, porque al final la mala reputación acaba salpicando a todos”.