El hombre más feliz de Google acaba de dejar Google. El viernes fue su último día, después de una década en la compañía. Y no, no es feliz ahora porque se haya ido. Se va porque es feliz y no tiene por qué seguir en Google. Tiene una misión: conseguir que 1.000 millones de personas sean felices. Se conforma con cualquier cifra por debajo de esa.
Cuando me informa de su salida, levanta los brazos en señal de victoria. No es el alivio de quien abandona un mal trabajo es el alivio del deportista que acaba de terminar una carrera (da igual que haya ganado o que haya entrado en décimo puesto) y está dispuesto a afrontar un nuevo reto.
Antes de unirse a Google, trabajó como broker de bolsa y como ejecutivo de tecnología en Dubai. Para hacer frente a un período de depresión, empleó su formación como ingeniero para crear una ecuación de la felicidad, que reza así: la felicidad es mayor o igual a tu percepción de lo que ocurre realmente en tu vida menos tu expectativa de cómo debería ser esa misma vida.
La ecuación y el discurso de Gawdat cobró peso cuando su hijo Ali, de 21 años, falleció de forma inesperada por un error médico tras una operación rutinaria de apendicitis. Gawdat recurrió a su ecuación, en la que había trabajado con su hijo -“mi coach particular”, nos cuenta-, en un intento por aceptar su pérdida. En su libro El algoritmo de la felicidad (Zenith Editorial), explica las teorías que sustentan la ecuación y cómo le ayudó a sostener su vida después de la muerte de Ali. Si eres padre, es imposible leer el libro de forma objetiva.
Nos encontramos con él una fría tarde de febrero en un hotel de Madrid tras un largo día respondiendo las mismas preguntas de los periodistas para promocionar su libro y su particular cruzada para conseguir que mil millones de personas que no lo son, sean felices (sí, es un objetivo tan ambicioso como los que se marcaba en Google X hasta el pasado viernes). Gawdat no parece cansado, y, sí, parece feliz.
Según Gawdat, “a medida que maduramos, la vida conspira para engullir nuestros procesadores de datos -nuestros cerebros- con elaboradas ilusiones sobre lo que deberíamos estar haciendo, cómo sería la felicidad, qué importa”.
“La presión de los padres o la sociedad, los sistemas de creencias y las expectativas injustificadas vienen y sobrescriben parte de la programación original”, propone. Esto lleva a confusión, infelicidad y dolor, un estado de cosas que Gawdat dice que puede ser esencialmente “depurado” mediante un pensamiento más claro y una comprensión del “ahora, en el que siempre estamos dentro”.
Esto es lo que aprendimos durante la media hora que pasamos con él:
1. Aferrarnos al control es un error. “No hay nada malo en planificar e intentar asumir el control. Nuestra forma de reaccionar ante un acontecimiento inesperado es lo que nos hace descarrilar. Cuando las cosas cambian, reaccionamos intentando ejercer más control en un intento por volver a nuestro camino. Y lo que deberíamos hacer es observar la situación actual con una perspectiva nueva y referescante e intentar utilizar los nuevos acontecimientos a nuestro favor, a pesar de que han sucedido al margen de nuestro control”.
2. Olvídate de las predicciones. “Nuestro cerebro elabora suposiciones para llenar los huecos. ¿Y cuál es el mayor hueco de todos? El futuro. Desconocemos por completo lo que acontecerá. El futuro puede adoptar un millón de formas diferentes. No hay nada seguro en él, pero es no detendrá nuestro cerebro. Seguirá rellenando descaradamente los huecos”.
3. Hagas lo que hagas, házlo bien. “A veces, cuando aquello que estás haciendo es demasiado fácil o excesivamente repetitivo como para capturar tu atención, acabas por desconectar, por poner el lioto automático y desplazar tu atención del mundo real a tu mundo mental. Y no hay razón para perder tu presencia y tu conciencia cuando actúas. El truco está en intentar hacerlo todo lo mejor que puedas. Da todo cuanto tienes en cada pequeño paso y actúa como si fuera la primera vez que lo hicieras”.
4. Tenemos una visión distorsionada del éxito. “Junto al éxito y al progreso, uno de los valores fundamentals de nuestra cultura moderna es la ambición. Luchamos por tener más, por llegar más lejos, más alto. Enseñamos a nuestros hijos a medir su valor mediante su actividad no sólo en términos de rendimiento, sino en términos competitivos y comparativos. No basta con lograr algo; lo que importa es conseguir más que los demás. Eso es lo que hemos dado en llamar éxito”.
“No nos basta con aprender. Tenemos que ser mejores que nuestros compañeros. No es difícil comprender que la vida nos ha ofrecido cosas diferentes. Compararnos a nosotros mismos con otras personas cuyo rendimiento parece ser mayor es un comportamiento que lleva a que nuestras expectativas crezcan desproporcionadamente”, añade.
“Presionarte absurdamente es el camino seguro para acumular expectativas frustradas, decepciones y sufrimiento. Es el camino seguro para arruinar el algoritmo de la felicidad”.
5. Tienes que replantearte los problemas de otra forma. “Puede decirse de la ingeniería, de los negocios y de la vida: el paso más crucial para encontrar una respuesta depende de la propia pregunta. Si no sabemos qué estamos buscando, cualquier pregunta resultará irrelevante”.
“Un paso importante consiste en contrar la forma más simple posible de la pregunta, eliminando las capas de preguntas aparentemente relacionadas. Cuando capas adicionales se enredan con nuestro problema principal, nuestros procesos mentales se multiplican, la conversación de aparta del camino más corto, nos senitmos frustrados y el problema acaba por ser más difícil de resolver”.