Al principio, todo parece fácil. Una buena idea, un plan de empresa que corrobora sus posibilidades y un par de obstáculos que, sobre el papel, no parecen muy importantes. La idea es fenomenal y todo tiene que salir sobre ruedas. No puede ser de otra manera. Sin embargo, a los pocos meses empiezan a surgir los problemas. Problemas que, como suele ocurrir en estos casos, son muchos más de los previstos y que suelen provocar las primeras dudas, las primeras caídas de ánimo y las primeras resistencias psíquicas.
Entonces llega la parte más dura: la travesía del desierto. No encuentra financiación, los clientes o proveedores no actúan como pensaba, descubre que no tiene tantos apoyos como creía…. Ahí viene un bajón anímico muy importante. Los emprendedores de verdad continúan, y los que no lo son tanto, se echan atrás.
A lo largo de la travesía del desierto, el emprendedor encuentra muchas pruebas y peligros que amenazan con debilitar su resistencia psíquica y le pueden llevar a abandonar. Las cualidades propias del emprendedor son entrenables y se pueden mejorar. Estos son los principales riesgos para la resistencia psíquica, y el modo de afrontarlos:
Frustración
Casi todos los emprendedores pasan por los mismos problemas al inicio de su proyecto, pero no lo saben, y tienden a pensar que sólo les ocurre a ellos. Esta percepción les puede llevar a pensar que los obstáculos son producto de su incapacidad para dirigir el negocio, lo que llevará a un estado de frustración.
Conocer el caso de otros empresarios que ya han superado esas situaciones, ayuda a mantener la moral alta. Se puede encontrar refugio en los forosonlineo en los que organizan distintas instituciones públicas o privadas (cámaras de comercio, organismos públicos, escuelas). El emprendedor puede juntarse con gente que tiene sus mismas inquietudes. Saber que no es el único le animará, verá que si sigue peleando tendrá su recompensa. Otra forma de sentirse acompañado es leer libros, sobre todo biografías de empresarios de éxito, y revistas como EMPRENDEDORES, que ayudan a comprender las dificultades de las fases iniciales y a tomarlas como algo normal.
Estrés
El estrés provocado por el exceso de trabajo y por las preocupaciones es uno de los mayores enemigos del equilibrio emocional, ya que provoca cansancio, disminuye la capacidad de reacción y a menudo afecta a la vida familiar. Todos esos factores se unen para complicar la gestión empresarial, lo que a su vez provocará más estrés. La solución es organizarse. El estrés no depende del trabajo: es la diferencia entre lo que uno quiere hacer y lo que hace. El problema es que muchas veces no nos paramos a reflexionar sobre nuestras metas. Hay que escribir en un papel qué quieres conseguir, por qué lo haces y qué estás dispuesto a dar. Una vez que estén claros los objetivos, sólo hay que coger la agenda, fijar un tiempo para cada acción y dividirlo por la fecha límite. Así sabrás si lo puedes hacer o no.
Sensación de bloqueo
Al principio es habitual verse atenazado por las dudas, ya que parece que cada paso puede suponer el éxito o el fracaso de la empresa. El emprendedor está solo a la hora de tomas las decisiones, y tiene miles de preguntas. Eso puede provocarle angustia y bloqueo cada vez que se ve en la necesidad de elegir. El coaching es, una gran ayuda para que el emprendedor encuentre el camino, y saque las soluciones a partir de la información que ya tiene en su interior, pero que está bloqueada. La solución pasa por fijarse metas más cortas, ya que emprender es una carrera de fondo. No tienes que ser el primero de tu sector, puede que te baste con ser el quinto para vivir muy bien, que es de lo que se trata.
Miedo a perderlo todo
Cuando el emprendedor se embarca en un negocio, es consciente de que las cosas pueden torcerse y acabar mal. Si eso ocurre, el golpe a su economía personal puede ser muy duro, sobre todo si no cuenta con una fuente de ingresos alternativa o si ha incurrido en demasiadas deudas. No saber cómo saldrá el negocio puede provocar mucha ansiedad.
Para evitar esa preocupación, es imprescindible establecer en el plan de empresa los límites más allá de los cuales no se puede seguir adelante: topes de endeudamiento, plazos para conseguir los objetivos, etcétera. Hay que ser consciente de los riesgos que se asumen y saber hasta dónde se está dispuesto a aguantar. Aquí no hay reglas, depende del umbral de riesgo de cada uno: hay personas que nunca arriesgarían su casa, y otras que la tienen hipotecada y duermen tranquilamente.
Rechazo social
Estamos en un país en el que el emprendedor es admirado cuando tiene éxito, pero es un loco cuando está arrancando y pasando las penurias normales de los primeros años. Muchas veces, el emprendedor se enfrenta a la presión social, que condena con la palabra “fracasado” al que no logra el éxito rápidamente.
Una forma de soportar la desconfianza del entorno es borrar de la mente esa palabra y contemplar con naturalidad la posibilidad de abandonar el negocio. Tal y como están hoy los ciclos económicos, cada vez más estrechos, y con lo rápido que maduran y caducan los negocios, un emprendedor siempre debe tener en cabeza la posibilidad de vender su empresa. Hay que verlo como un paso atrás para tomar impulso y comenzar de nuevo, esta vez en mejores condiciones. En otros países, se valora mucho a esa persona, porque se considera que ha aprendido y es improbable que vuelva a caer en el mismo error.
Dejarse llevar por el pánico
En situaciones de crisis, es fácil dejarse llevar por los sentimientos y caer en el pánico. En ese estado, es difícil pensar con claridad, y eso hace que se tomen decisiones precipitadas que muchas veces serán equivocadas. Aunque parezca que tiene poco que ver con los sentimientos, todos los expertos coinciden en que el plan de empresa es el mejor refuerzo para la resistencia psíquica. Por un lado, permite actuar con frialdad. Es fundamental tener información económico-financiera actualizada (indicadores de tesorería, ventas, morosos) que permita hacer un seguimiento del proyecto mes a mes. A partir de ahí, habrá que buscar las causas de los problemas, analizar fríamente si se pueden corregir, y tomar la decisión de crecer, recortar gastos o abandonar antes de acabar en el hoyo. Por otra parte, el plan de empresa ayuda al emprendedor a saber a lo que se enfrenta, porque permite identificar y medir los riesgos. Así se reduce la incertidumbre y se evita la ansiedad.
Visión distorsionada
Ser negativo y ver la botella medio vacía es el mayor obstáculo para sobreponerse a la adversidad. Pero el lado contrario también es perjudicial. Ser optimista y ambicioso es necesario, pero lo que no hay que hacer nunca es enamorarse, perder la perspectiva real del negocio y no ver la realidad. El optimismo tiene una carga tremenda de ceguera. Buscar el equilibrio entre estas dos emociones es fundamental. La solución es analizar bien los datos, porque a veces los números confirman tus ideas, y a veces no. Para evitar el riesgo de engañarse a uno mismo, se aconseja acudir a personas que hayan estado en situaciones similares y tengan un enfoque global. Hay que evitar dos sesgos: decidir sólo según las emociones o sólo según los fríos números: en ambos casos, siempre se pierde una parte importante de la realidad.