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31 Mar, 2023

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La industria automovilística está viviendo un momento crítico. Según las previsiones de la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac), las ventas de automóviles podrían caer este año hasta un 23%, lo que ha llevado a las marcas a reducir drásticamente sus precios. Las ofertas se multiplican y resultan cada vez más interesantes, pero aún así, en estos momentos es difícil dar el paso de comprar. En la actual situación, con las dificultades que ponen las entidades financieras para conceder un crédito, lo más prudente es mantener la liquidez: puede ser una baza muy útil para negociar con el banco en el momento en que realmente sea necesario.

El dilema aparece cuando contar con un nuevo turismo o un monovolumen comercial puede suponer un impulso para el negocio. Lo mires por donde lo mires, aunque implique un gasto, en algunas ocasiones es la clave para mejorar la distribución, potenciar el trabajo de los comerciales, ofrecer un mejor servicio de atención al cliente o, simplemente, ahorrar tiempo y dinero en los desplazamientos fuera de la ciudad de residencia.

Lo primero, hacer cálculos
Para las empresas que basan su actividad en una flota de vehículos, la inversión dirigida a aumentar o renovar el parque móvil resulta imprescindible por definición, aunque eso no quiere decir que sea fácil asumirla. Pero la ecuación se llena de incógnitas para otras empresas, incluso para muchos autónomos y profesionales liberales, que ven el vehículo como una oportunidad pero no tienen tan clara la conveniencia de asumir el riesgo.

La mejor forma de tomar la decisión es revisar el plan de empresa, comprobar el estado de la tesorería y hacer cálculos. Y si finalmente parece importante invertir, habrá que buscar una opción que evite grandes desembolsos y no suponga una carga en el balance.

En bienes como los vehículos, que pierden valor con gran rapidez y tienen una amortización lenta, la opción de comprar, ya sea al contado o a plazos, resulta cada vez menos atractiva frente a alternativas como el renting y el leasing, más beneficiosas desde el punto de vista contable y fiscal. Se trata de dos fórmulas muy distintas, pero que buscan el mismo objetivo: facilitar el uso del vehículo evitando el gran desembolso inicial, suavizando los pagos parciales y ofreciendo importantes desgravaciones.