La popularidad de Tupperware es tan grande que prácticamente todos llamamos táper (o tupper) a las fiambreras o tarteras. Son muy pocas las empresas que gozan de ese privilegio: Kleenex con los pañuelos de papel, Bimbo con el pan de molde…
El lanzamiento del primer recipiente de plástico de la empresa Tupperware supuso una auténtica revolución. En 1946, cuando Earl Tupper, fundador de la compañía, presentó su ‘Tazón Maravilla’, los recipientes que existían eran de vidrio, mucho más pesados y propensos a romperse.
El nuevo producto permitía que las madres del ‘baby boom’ estadounidense, dedicadas a cuidar de sus familias, pudiesen tener sus cocinas bien organizadas y mantuviesen los alimentos frescos durante más tiempo. Esto era posible gracias a su tapa hermética, basada en la tapa de los botes de pintura, que evitaba que ésta se secara. Tupper la adaptó para que crease el mismo efecto en los alimentos, evitando así que perdieran calidad y sabor al guardarlos en el frigorífico.
Sin embargo, su producto no cosechó un éxito inmediato, sino que se cocinó a fuego lento y a partir de un modelo de negocio basado en la prescripción y la venta directa. Su ‘Tazón Maravilla’ se vendía en ferreterías y otros comercios, pero no lograba despegar. Aunque era un producto innovador, la gente necesita ver cómo funcionaba para convencerse de su utilidad, así que la compañía empezó a hacer demostraciones en las casas de las posibles compradoras, que así podían ver in situ las ventajas del nuevo envase.
La empresa retiró su producto de las tiendas y nacieron las llamadas ‘reuniones Tupperware’, que después han copiado otras marcas como Thermomix o TupperSex. Además, este sistema de ventas permitió que muchas mujeres desarrollaran una carrera profesional basada en la venta con demostración. Se trataba de una opción muy atractiva, ya que en aquella época no abundaban las oportunidades laborales para las mujeres.
Durante los años cincuenta, Tupperware adquirió gran popularidad cuando los estadounidenses se mudaron a los suburbios, donde era habitual realizar barbacoas para toda la familia, con amigos y vecinos. Sus productos lucían allí todo su esplendor, ofreciendo una solución para cada necesidad, ya fuera para servir la comida o para conservarla.
En los sesenta, la compañía diversificó su negocio y lanzó nuevas gamas de productos de organización, transporte e incluso juguetes. Además, en aquella época, en la que se iniciaba la paulatina incorporación de la mujer al mundo laboral, sus tápers adquirieron aún más popularidad.
También empezaron a instalarse los primeros microondas en las cocinas, tendencia a la que Tupperware dio respuesta desarrollando nuevos recipientes que permitieran ser usados para calentar la comida en este nuevo electrodoméstico. Y la empresa siguió ampliando su gama de productos en las siguientes décadas: cofres, sandwicheras y recipientes para snacks con divisiones en los ochenta, utensilios de cocina en los noventa…
Sin embargo, el futuro de la compañía ahora está en el aire. A pesar de que es una marca que cuenta con reconocimiento por su calidad, la competencia es enorme. Además, el comercio directo sigue siendo muy importante para la compañía, pero las nuevas generaciones no se muestran tan interesadas como las precedentes en este modelo. Así pues, aunque la marca también se puede encontrar en tiendas físicas o a través de su propia web, en esos canales ha de competir con otras muchas firmas que ofrecen productos con precios más bajos, diseños más atractivos, etc.
Estos son algunos de los factores que han desencadenado una crisis en la compañía que podría llevarla a la quiebra. A lo largo del presente siglo, la empresa ha cerrado delegaciones en países como Reino Unido, Holanda o Israel. Y en 2022 anunció una reducción del 20% de su plantel de vendedores, según recoge El Economista. Asimismo, Tupperware ha tenido que reestructurar su deuda dos veces desde el pasado verano y ya prepara una tercera reestructuración. Y todo ello, en un contexto de alza de los tipos de interés.
De esta forma, la empresa ha admitido que contempla la posibilidad de no tener una liquidez adecuada a corto plazo, por lo que su continuidad estaría en riesgo. Tras dicho anuncio, las acciones de la compañía se hundieron casi un 50%, aunque el valor de sus activos se recuperó ligeramente en jornadas posteriores. Aun así, sus títulos valen 15 veces menos que hace un año.
Para hacer frente a esta situación, la compañía estudia nuevas fuentes de financiación, la venta de propiedades o nuevos recortes de empleo. Sin embargo, es difícil prever si estas medidas serán suficientes para salvar a los inventores del táper. De hecho, los analistas ven poco probable que la empresa sea capaz de pagar su deuda, según informa El Mundo.