Su nombre es Álex Sicart y nació hace 18 años en Barcelona. Pese a la dificultad que tenía para seguir las explicaciones en el aula, a los 10 años Sicart ya sabía codificar. Ahora acaba de cerrar un ciclo, el de Educación Secundaria. Quería superar la Selectividad y dejar la puerta abierta por si acaso, algún día, le da por volver a los estudios reglados e incorporarse a la Universidad donde, dice, cursaría una carrera en Humanidades, nada de tecnología que de esto ya sabe bastante. Acaba de leerse una biografía de Leonardo Da Vinci y cree que ese es el camino a seguir: la conexión de la tecnología con las artes y las humanidades. “La tecnología debe entenderse solo como una herramienta para encontrar soluciones a los problemas de la humanidad, para hacer un mundo mejor”, sostiene.
La motivación que no encontraba en clase la compensaba luego en su casa trasteando con placas de arduino, legos y piezas de electrónica. Así que empezó a codificar antes de los 10 años. A los 13 creó junto a un compañero del colegio Students Manager, una aplicación para compartir deberes entre los alumnos. Hallaba así una solución a un problema personal.
Ya entonces empezaba a hablarse del blockchain como una tecnología disruptiva capaz de descentralizar los sectores más tradicionales, “el criptoanarquismo” que dicen ellos, y eso le cautivó. Con blockchain creó lo que pretendía ser su primer gran proyecto emprendedor, Sharge, para facilitar la circulación de los coches eléctricos y que las personas pudieran intercambiar energía con su criptomoneda, el sharge coin. El modelo fue validado y sometido a análisis en Silicon Valley, donde Álex Sicart tuvo ocasión de viajar con una beca. Había visto el futuro verde, pero de lo que no se percató fue de las trabas legales y burocráticas que terminaron paralizando el desarrollo del proyecto en nuestro país.
Pero tampoco ha desistido. Ahora acaba de incorporarse al proyecto CryptoSolarTech con el que se persigue instalar en Málaga la mayor granja de minería de criptomonedas que funciona a base de energías renovables. En el equipo Sicart figura solo como asesor en tecnología disruptiva. No quiere atarse demasiado porque sus planes para este año son tomarse un ‘año sabático’ para viajar, descubrir el camino que quiere tomar y conocer otras culturas, preferentemente avanzadas en blockchain, como Estonia o Suiza.
Desea profundizar en estos conocimientos porque está convencido de que el blockchain es imparable y los cambios que acarree ineludibles. “Es la única tecnología capaz de empoderar al individuo y dotarle de libertad a la vez que le hace responsable de sus actos. Yo creo que ese es el salto siguiente en la evolución”.
Entre sus virtudes, Sicart dice contar con la perseverancia necesaria para culminar un proyecto, pero también hay cosas que le preocupan de sí mismo. Sobre todo “la avaricia de conocimiento”, que le mantiene leyendo de todo durante horas y le obliga a autoimponerse pautas de sociabilidad. Entre los libros que más le han inspirado refiere ‘El Pingüino y el Leviatán’ que es el que la abrió los ojos a la economía colaborativa y al valor de la cooperación en beneficio de la sociedad y la eficacia de las empresas.