Carmelo Gayubo, Jorge Carabias y Óscar Martín son los tres fundadores de Blarlo. Gayubo había sido antes cofundador de Anfix donde Jorge Carabias entró a formar parte como el primer empleado. Ambos son ingenieros informáticos, o sea, que proceden del mundo de la tecnología. Sin embargo, ahora están involucrados en una empresa que ofrece servicios de traducción profesional a las corporaciones.
“Nos sentíamos fuertes para desarrollar cualquier cosa, dado que los tres procedemos de la tecnología, pero nos faltaba averiguar dónde podíamos aplicar nuestro conocimiento”, declaran. La respuesta la hallaron en el mundo de la traducción por varios motivos principales. Primero, porque es un mercado que ha sorteado bien la crisis y ha venido creciendo un 10% anual en la última década. El segundo motivo es que la tendencia apunta a seguir creciendo dando lugar a muchas oportunidades de negocio. “En el mundo solo hay 18.000 empresas de traducción. Sumando el trabajo de las cien más grandes, apenas cubren el 10% del mercado de las traducciones totales, esto quiere decir que es un segmento muy fragmentado”. La tercera razón y, tal vez la más tentadora para este equipo, es que todavía hay recorrido para optimizar el proceso. “La tecnología en este ámbito está yendo más despacio de lo que se esperaba. Está todavía lejos de poder prescindir de la intervención humana”.
Gayubo estima en 15 o 20 años el plazo mínimo para que la tecnología en este campo se desarrolle en toda su plenitud. Mientras madura y no, ellos tratan de aportar su granito de arena.
La gestión
Lo que han creado en Blarlo es una plataforma que ofrece servicios de traducción para empresas hasta en más de 300 pares de idiomas. Para ello han certificado a cerca de 4.000 autónomos traductores que proceden de 104 países distintos. Y aunque la suma de traductores pueda parecer una barbaridad, afirman que a veces se ven obligados a buscar expertos fuera de la plataforma en materias muy específicas, como ha sido el caso de un encargo reciente para traducir unos contenidos de productos agroquímicos para el mercado coreano.
Los colaboradores son gestionados desde Madrid, por un equipo de 11 personas que trabajan en las oficinas de Blarlo. Ninguno de los freelancers trabaja en exclusiva para la compañía, aunque sí garantizan un determinado volumen de trabajo para asegurar unos ingresos fijos al mes a aquellos profesionales que funcionen mejor, como fórmula para la retención del talento.
En cuanto a la forma de trabajar, los freelancers hacen sus traducciones a través de la plataforma, no tanto con el propósito de supervisar el trabajo -disfrutan de flexibilidad horaria- sino con la intención de vigilar el cumplimiento de los plazos de entrega de los proyectos y analizar la calidad de los mismos. “Si vemos algún tipo de desviación, enseguida contactamos con él para saber si hay algún problema o hay que reasignarlo a otro o añadir a más traductores. Lo bueno es que no tenemos que esperar al tercer día para ver si un proyecto va bien o se ha torcido”.
En cuanto al riesgo de fuga de documentación sensible de una empresa, es algo que también lo tienen controlado. No solo porque la información se encripta, sino también porque lo habitual es repartir los proyectos entre distintos traductores, de manera que solo acceden a parte del contenido.
Hacia dónde se dirigen
Hasta el momento, el número de clientes conseguidos por Blarlo ronda los 300 procedentes, sobre todo, de Europa y Estados Unidos. En cuanto a los idiomas, los principales son el inglés, el español, francés y alemán. Gran parte de ellos contactan para traducir al español, una lengua que en Blarlo llevan a gala como ventaja competitiva.
“Jamás en la historia se ha producido tanto contenido como ahora. Lo que se genera es una necesidad de traducción muy grande, pero también de procesos muy rápidos. A esto hay que sumar que el ciclo de producción de contenidos también varía dado que en muchos casos es el propio usuario el que se involucra en ese ciclo ”, afirma Gayubo. Subraya, asimismo, que ya no vale con traducir del castellano al inglés, ahora impera la adaptación de los contenidos al idioma y cultura de cada mercado al que queramos llegar.
Para optimizar el proceso el máximo posible y alcanzar lo que en Blarlo llaman una inteligencia de traducción con tecnología aplicada, la empresa quiere mejorar todo el tema de conectores con las distintas fuentes de información. En sus planes a corto plazo está también abrir dos nuevos mercados. Para ello acaban de cerrar una ampliación de capital que les ha hecho pasar del break even a ponerles de nuevo en números rojos. “Ahora volvemos a gastar más de lo que ingresamos, pero lo hacemos de forma consciente, porque queremos acelerar el crecimiento e invertir mucho en tecnología”. No está mal para una startup que arrancó con una inversión de 100.000 euros y que apenas supera los dos años y medio de vida.