Hubo un tiempo en el que la gente bajaba a diario a la tienda de ultramarinos. Compraban, pongamos por caso, 50 gramos de café en grano y otros tantos de sal, el tendero lo pesaba en una balanza delante del cliente y luego lo envolvía en un cucurucho de papel de estraza. Ya para el vino, había de desplazarse hasta la bodeguilla del barrio y rellenar la garrafa o la botella con el líquido a demanda servido con un embudo. Lo mismo luego en la lechería, que el tetracrik es un invento del año 1952 y aquí llegó un poco más tarde.
Así fue hasta que la mujer empezó a incorporarse al mercado laboral y ya no hubo tiempo para tanto vaivén. Ahora había que hacer la compra para toda la semana, a ser posible en un mismo establecimiento y una única salida. El supermercado, con sus lineales repletas de marcas y surtido, con todo ya pesado y empaquetado, se alzó como la solución perfecta para los tiempos modernos. Quedaba solo llegar a casa y empezar a separar contenido, para el frigorífico, de continente, para la basura, y faena rematada. No había tiempo de sucumbir ante la evidencia de que el frigorífico presentaba más claros que el cubo de la basura, repleto de bandejas de corcho, minicajas y envases de plástico, mucho plástico, convertido en uno de los símbolos de la modernidad.
Así lo veía también María Arias hasta que un día, paseando por Beirut, le cambió el chip. Trabajando en la capital libanesa, coincidió con un grave problema de recogida de basura, acumulada en las calles durante días, vio pasar un camión con varios sacos y verterlos directamente en el mar. Comprendió entonces que no hay modernidad ni argumento que valga para confitar la realidad de las salvajadas que el hombre está haciendo con los mares y la naturaleza. La modernidad no podía ser eso.
Ya en España y dispuesta a cambiar de forma radical sus hábitos de consumo, empezó María Arias a comprar productos ecológicos y a granel. Hacer la compra le llevaba un tiempo porque tenía que indagar mucho antes de hacerse, por ejemplo, con un cepillo de dientes de bambú o dar con algún establecimiento físico que vendiese productos de comida a granel.
Descubrió que en países como Nueva Zelanda o Australia había tiendas y supermercados donde vendían lo que se conoce como alimentos al desnudo (Food in the nude) libres de plásticos. Le interesó el modelo y decidió replicarlo en España creando su propio supermerdado acorde con la filosofía Zero Waste.
Comprar con la filosofía ‘Zero Waste’
Funda así a los 25 años, en solitario y tirando de recursos propios y familiares, unPacked Shop, una tienda de algo más de 100 metros cuadrados con base en la calle Narváez de Madrid, donde vende productos básicos de alimentación -no frescos-, limpieza y cuidado personal. Como todo lo vende a granel pensó que, antes que el ecommerce, interesaba montar la tienda física proporcionando al cliente la experiencia de ir al establecimiento con su propia bolsita de tela, rellenarla de legumbres, frutos secos o lo que sea, y su propio envase para reponer el jabón, el aceite, el vinagre, el vino… “Fue difícil porque no había referencia en el país para orientarme y quería fusionar el comercio tradicional y la originalidad. Hasta los bidones de metacrilato me costó encontrarlos”, dice. Lo otro fue identificar a proveedores que sirviesen a granel y encontrar un local céntrico, pero de barrio.
En unPacked Shop los plásticos son sustituidos por materiales como cartón, tela o madera. De todos los productos que se comercializan se sabe no la marca, sino el origen, generalmente de pequeños productores de proximidad, que es otro de los principios del Zero Waste. “Intentamos promover productos locales y naturales y apoyar a empresas que hacen productos reutilizables, compostables o biodegradables”, aclara Arias. A la entrada de los clientes, se les pesa el envase y, hecha la compra, se vuelve a pesar, para pagar solo por el contenido. En cuanto a los precios, María Arias hizo un importante esfuerzo desde el principio para ajustarlos a los del supermercado al objeto de que no fuese el monedero la excusa a la insostenibilidad.
Personas con edades de entre 24 y 40 años representan el target principal de clientes que hacen la compra completa. Ya entre semana, suelen desfilar por la tienda personas mayores de 50 años para hacer una compra puntual logrando, en ambos casos, la recurrencia.
También un ecommerce
A la tienda física le siguió el ecommerce, una alternativa que le ha permitido sobrellevar la pandemia con holgura. “Si antes del Covid, el 70% de los ingresos procedían en la tienda, en pleno confinamiento las tornas cambiaron y la venta online llegó a representar el 95% de la facturación. Ahora parece que las cosas empiezan a normalizarse”. Aún así, ha decidido aplazar la apertura de un nuevo local físico que contemplaba antes de la pandemia. Ahora piensa que si tiene que crecer, será por el online.
Con un crecimiento sostenido de, aproximadamente, un 15% cada año, María Arias, ahora con 28 años, ha contratado ya a dos jóvenes para que le ayuden con las ventas y las redes sociales, donde la marca es muy activa. Y aunque el propósito de la fundadora de unPacked Shop, licenciada en Derecho y master en Dirección y Administración de Empresas, es consolidar y hacer crecer la marca, dice que su deseo es seguir emprendiendo en proyectos sostenibles y de impacto social de los cree que España, como país, está aún muy necesitado.