En 1668, un joven alemán de nombre Friedrich Jacob Merck compraba una pequeña farmacia, la Farmacia del Ángel, en la localidad de Darmstadt. Plantaba así la semilla de lo que habría de convertirse 340 años después en Merck, uno de los mayores grupos químico-farmacéuticos del mundo, presente en 66 países, con 40.000 trabajadores y una facturación que en el 2009 alcanzó los 8.900 millones de euros. Una parte del mérito de esta progresión corresponde a la orensana Laura González Molero, desde 2007 presidente y consejera delegada de Merck España, una de las cinco sedes más importantes de la compañía en Europa, con tres plantas de producción, casi un millar de empleados y una facturación que supera los 350 millones de euros. Merck es uno de los líderes mundiales en investigación biotecnológica, especialmente en el desarrollo de fármacos obtenidos a través de procesos biológicos en las áreas de oncología, enfermedades neurodegenerativas, trastornos hormonales y metabólicos y enfermedades cardiovasculares.
Emprendedores: ¿Qué le atrajo de esta propuesta?
Laura González Molero: Creo que las empresa farmacéuticas somos las grandes desconocidas para el gran público, sólo se conocen nuestros escándalos y algunos medicamentos genéricos. Por eso creo que es bueno dar a conocer la faceta humana. Detrás de una compañía, están las personas que intentamos día a día crear valor en nuestra empresa y en nuestro país, y eso no lo contamos con la suficiente frecuencia a nuestros clientes. Por eso, cuando surge alguna posibilidad de poder comunicar estos valores y estos mensajes, siento que es una oportunidad que, como máximo responsable de esta compañía, no puedo dejar pasar. Es un ejercicio de corresponsabilidad con la sociedad.
Emp. Aún resulta inusual encontrar ese binomio de mujer y joven en un puesto tan alto en un sector tan técnico como el químico-farmacéutico.
L.G.M. Todas las empresas, y más en una situación actual de crisis como la que estamos viviendo, necesitan de ejecutivos-emprendedores que sean capaces de transformar proyectos en realidades. Y eso es lo que más prima. Y no la edad, ni que seas hombre o mujer. Quizás en el pasado sí tenía mayor importancia porque no se necesitaban grandes perfiles de ejecutivos para conseguir grandes crecimientos, ya que el mercado crecía por sí mismo. En la situación actual se busca a los mejores profesionales, al mejor talento, independientemente de la edad y el género. Lo que prima es la capacidad para obtener resultados.
Emp. ¿A qué es equiparable el descubrimiento de la cadena de ADN?
L.G.M. Yo diría que a cosas tan sorprendentes como la pólvora. Ha supuesto una auténtica revolución. O como lo fue la penicilina, desde el punto de vista sanitario.
Emp. ¿Llegaremos a ver al primer clon humano? ¿O para este tema apela al famoso dicho de su tierra de “no creo en ellos pero haberlos haylos”?
L.G.M. No. Creo que no y espero que no. Confío en el ser humano, en nuestra capacidad de mantener un equilibrio entre lo que es racional y lo que es la naturaleza. La gran maravilla del ser humano es la individualidad y el día en que la perdamos será el principio del fin de nuestra especie.
Emp. ¿El hombre juega a ser Dios?
L.G.M. Eso siempre ha ocurrido a lo largo de la historia. Es naturaleza humana, también hay asesinos y pederastas y situaciones terribles… Pero, insisto, yo confío en el sentido común y en la razón humana e independientemente de que haya gente que quiera jugar a ser Dios, la legislación y la sociedad está ahí para poner límites.
Emp. La biotecnología sigue despertando muchas suspicacias: los alimentos transgénicos, la manipulación genética…
L.G.M. Es desconocimiento. Cuando un hallazgo tecnológico cambia el paradigma de un determinada sector o ciencia, crea rechazo. Charles Darwin también fue rechazado en su día cuando presentó la teoría de las especies. Cualquier cambio que pone en entredicho lo establecido crea miedos a lo desconocido. Pero eso es humano. Por eso tenemos que hacer un esfuerzo de comunicación, de información, de explicación de estas tecnologías complejas.
Emp. Cada día aparecen nuevas enfermedades, nuevas amenazas, que alimentan la leyenda urbana de que son las propias farmacéuticas las que se dedican a propagar virus…
L.G.M. Eso tiene mucho que ver con la mala fama que tienen las farmacéuticas porque somos un sector que hemos comunicado muy mal con la sociedad. Aportamos mucho valor pero no hemos sabido transmitirlo. Como cualquier sector o profesional que trabaja con personas, cualquier fracaso que se vincule a la salud tiene repercusión importante, pero todos los días salvamos millones de vidas.