“A diferencia de otros sectores, el de la alimentación ha sido siempre un mercado muy tradicional, sin embargo, ahora empieza a agitarse, y en los próximos cinco años se preveen movimientos muy emocionantes, disruptivos. Viviremos enormes cambios impulsados por el consumidor”, anuncia Màrius Robles, fundador de la organización para la innovación en alimentación Reimagine Food.
Estos movimientos han propiciado una entrada de capital impensable hace un tiempo. En los últimos tres años, las inversiones en el sector alimentario han crecido un 150% a nivel mundial. Además, han entrado nuevos actores en el juego. Es el caso de grandes compañías, famosos como Bill Gates que ha invertido en Impossible Food ( una compañía biotecnológica que produce carne a partir de ingredientes vegetarianos) o James Cameron, que ha comprado una planta de proteína de guisantes en Canadá. Las pymes y startups también se han puesto las pilas. Estas compañías han conseguido que entre 2014 y 2017 las mayores empresas de alimentos envasados de los Estados Unidos perdieran aproximadamente 19.100 millones de dólares”, explica Robles. Pero, ¿cuáles serán estos grandes cambios en los que ya trabajan los inversores? ¿Qué tendencias veremos triunfar?
La salud en el punto de mira
Una gran corriente es la de los productos saludables. “Empezó hace unos dos años, y ahora está pegando muy fuerte”, explica Robles. Dentro de esta idea, hay una línea que lleva a asociar salud y nutrición. Estamos hablando de productos funcionales, y todos aquellos que tengan un claim vinculado a la medicina. Danone con sus yogures contra el colesterol fue uno de los pioneros de este tipo de demanda, pero ahora vamos algo más allá. Ya no se trata de combatir algún malestar, sino sobre todo de prevenirlo.
Otra gran tendencia, en cierto modo, asociada a la primera, es la de los productos free from. Productos que se venden como libres de azúcar, aditivos, o gluten. La incidencia y preocupación por las alergias e intolerancias alimentarias crece y esto se traduce en demanda. Incluso hay muchos consumidores que, sin ser celíacos ni intolerantes, aceptan mejor estos productos. Un ejemplo: solo una de cada seis personas que consumen productos sin gluten está diagnosticada como celíaca (datos de Nestlé). Las cifras de negocio son incontestables. El año pasado, el consumo de leche sin lactosa creció un 27%, llegando a una facturación de 168 millones de euros. Los productos sin gluten un 15% y una facturación de 80 millones, pasando de 150 referencias a más de 1500 en diez años.
La última gran corriente dentro del mismo concepto es el veganismo. “Vivimos un crecimiento muy acelerado de esta demanda”, dice Toni Valls, director general de la Feria Alimentaria de Barcelona. Dentro del veganismo, hay un claro auge de los productos de proteína vegetal. La leche de vaca ha sido uno de los productos en notar más este cambio. Su consumo lleva tiempo en caída, en beneficio de las leches vegetales de soja, avena o últimamente coco. Pero la proteína vegetal también ha entrado en el sector cárnico. Tanto, que según un estudio de la consultora Lantern, el mercado español de sustitutos de carne podría llegar a los 5000 millones de dólares en el 2020.
Practicidad y ahorro de tiempo
Otra tendencia que pega fuerte y que se presenta como un eje transversal en la alimentación es el de la conveniencia y practicidad. El consumidor tiene menos tiempo que dedicar a la cocina (según datos del Observatorio Nestlé, el tiempo invertido en ello ha disminuido tres horas semanales), menos tiempo para pensar y planificar menús, así que demanda comodidad y en cierto modo, ayuda. Los formatos take away, envases individuales, y todo aquello que permita ahorrar tiempo, triunfa. Según datos de la consultora Nielsen, los productos asociados a este campo crecieron el año pasado un 9,5% en ventas, seis puntos más que el conjunto del mercado. En este sentido, hay un boom en la demanda de platos preparados: el año pasado este sector creció un 33%. Y dentro de este campo, una clara tendencia es el ready to cook. Son los llamados meal kits, unos paquetes que puedes encontrar en el supermercado o que la empresa envía a domicilio con todos los ingredientes necesarios para elaborar una receta en un máximo de diez minutos. Es el ejemplo de la compañía estadounidense Blue Apron, referente mundial de este negocio, que en el 2016 vendió 8 millones de paquetes y que sigue abriendo mercado. Desde este abril, se ha asociado con Airbnb para ofrecer sus servicios a través de las llamadas Experiencias Airbnb, en las que servirá recetas inspiradas por hosts locales de ciudades como París o Buenos Aires. A finales de año, por primera vez se podrán comprar sus kits en supermercados.
Un consumidor concienciado
Esta practicidad, en todo caso, no le da la espalda al placer por la gastronomía. Los envases no sólo deben ser cómodos, también atractivos. Y es que hay una demanda creciente de productos gourmet. “El consumidor demanda placer, y productos sofisticados”, dice Valls. Los productos delicatessen crecieron el año pasado un 6%, duplicando al de los productos convencionales.
Otro gran mercado que se está abriendo camino viene dado por el cambio del comportamiento del consumidor, que cada vez se muestra más sensibilizado con su entorno y preocupado por el desperdicio de comida, la sostenibilidad y el cambio climático. Además, hace tiempo que hay una gran sobreestimulación y confusión en cuanto a información. Eso ha dado paso a una creciente demanda de etiquetaje claro, preferencia por el producto kilómetro 0, incluso ecológico (percibido como más sostenible). “Las siglas IA ideología alimentaria, cobrarán vigor. Vamos a la naturalidad. A una honest food”, resume Robles.