Un cerrajero en la nube
Supongamos que te quedas sin las llaves de casa. Te las has vuelto a dejar dentro de tu humilde morada (tampoco nos tenemos que poner en la peor situación). No es la primera vez, que te conoces bien y ya sabes que eres un poco ligero/a de cascos. Sobre todo, ya sabes con lo que te vas a encontrar cuando te pongas a buscar en Internet un cerrajero. El caso es que tienes el imán del que vino la última vez, pero, claro, está en la nevera de casa, así que como no te acuerdas del nombre (¿Cerrajero fontanero? ¿Cerrajeros 24 horas? ¿24 horas cerrajeros? ¿Cerrajeros Corcuera? Nada, que no te acuerdas), empiezas desde cero. Es sábado, para más inri, así que sabes que como no atines con el proveedor de este servicio, te van a meter una buena clavada. Y, claro, en este lúgubre escenario (desde un punto de vista económico) te tiemblan los dedillos cuando haces la búsqueda en tu teléfono móvil, que, afortunadamente, no se ha quedado también dentro de casa. Pero, ¿y si resultara que tienes tus llaves en la nube? Nos referimos a la plantilla, al molde de la llave, de tal manera que cuando te pase esto puedan hacerte una copia en una red distribuida de cerrajerías 24 horas, lo que te va a salir mucho más barato y el bombín de tu puerta va a agradecer enormemente. Nos referimos a pagar 7 euros en lugar de 300 euros, algo que, convendrás con nosotros, es una propuesta de valor, hmmmm, ¿diferente? ¿Atractiva?
Es la idea de negocio detrás de Key Me y no podría ser más sencilla. También ofrecen, que esto es un negocio y no una ONG, servicios de cerrajería para esos casos en los que no se puede solucionar la situación haciendo la copia de tus llaves, pero con un coste inferior al del resto del mercado.
Ahora piensa no sólo en las llaves de tu casa, sino también en las llaves de tu coche, en placas RFID de alarmas de seguridad… Piensa ahora también en 100 puntos repartidos por toda la ciudad donde poder recoger las copias de las llaves. La empresa acaba de recibir una inversión de 100 millones de dólares, tiene 2.000 puntos de copia de llaves repartidos por todo Estados Unidos y cuenta con un millón de clientes.
¿Para qué tanta inversión? Ahora viene lo mejor. Además de para garantizar la seguridad de los servidores, para poder crecer de forma orgánica, porque la maquinaria que se utiliza para copiar las llaves es propia, y son ellos los que la distribuyen (con alquiler incluido) a los puntos que les dan servicio. La capilaridad que ganan con este formato permite que no se tengan que limitar a las tradicionales empresas del sector, con las que habrían entrado en competencia y con las que tendrían una limitación de ubicaciones y horarios.
Una tarjeta de crédito que pesa su valor en euros
https://app.acorns.com/spend/signup
Una tarjeta de débito que pesa como un bolsillo atiborrado de monedas. ¿Qué te parece la idea? Es un poco como imaginamos que sería la tarjeta de débito del Banco de Hierro de Braavos, la peculiar institución consagrada a la usura para financiar a familias y guerras de todo pelaje en Juego de Tronos. Ahora en serio. En Emprendedores ya hemos escrito sobre Acorns, una app que, conectada a tus tarjetas, cada vez que haces una compra, se encarga de redondear el pico hasta el siguiente euro e invierte luego esa cantidad en fondos de inversión o en acciones automáticamente. Pues bien, han sacado ahora una tarjeta de débito, pero, claro, no podían hacerlo de cualquier forma, así que pensaron: ¿Y si la tarjeta en lugar de estar hecha de plástico, lo estuviera de un metal que pesara? Así, aseguran los fundadores de esta startup, los clientes se lo pensarían más a la hora de pagar con la tarjeta para adquirir las enésimas sneakers, que, entre tú y yo, no necesitas. Primero, porque son muy caras. Segundo, porque te hacen los pies grandes y vas a parecer el primo de Charlie Rivel. Es toda una lección de diseño de producto (suponemos que habrán medido bien los costes, que esa es otra historia): cómo ser coherente con tu propuesta de valor hasta en tu producto físico. Eso sí, a nuestro juicio, si verdaderamente quiere ser un producto 100% efectivo, debería tener como complemento pesos de plomo para poder incorporar a tu teléfono móvil, a tu tablet y a tu ordenador para que no te gastes la pasta gansa en las ofertas de las tiendas online. Porque unas New Balance te pueden entrar por los ojos con la música adecuada en un outlet, pero es que estás navegando, te salta un anuncio y en dos clics ya estás gastando dinero a lo tonto.
La heladería pop up
https://www.museumoficecream.com/pint-shop/
Vamos, los kioskos de toda la vida, pero pasados ahora por el tamiz de la modernidad empresarial. Si lo llamas kiosko, uff, como que da pereza, pero ahora le llamas heladería pop up y, oye, como que parece diferente, aunque sea lo mismo. Donde antes te tomabas una horchata de las buenas en verano con tus padres en pleno centro de Madrid ahora te tomas un helado de diseño en San Francisco. Bueno, y como lo llames El Museo del Helado, hasta te ponen un corner en el Louvre. Vale, es un decir. The Pint Shop es una cadena de heladerías estadounidense con una particular característica: sólo tienen una central de cata que hace las veces de fábrica à la Willy Wonka. Más allá de este punto de venta estable, no tiene una cadena de tiendas propias, ni corners en centros comerciales (que de esos nos estamos comenzando a acostumbrar en Europa), sino espacios que abren y cierran aleatoriamente (es un decir) a lo largo y ancho de la ciudad. Son una especie de food trucks inmobiliarios para golosos. Puedes consultar sus ubicaciones a través de redes sociales y si quieres probar sus helados en su exclusivo salón central (nosotros mientras escribimos esto, mutatis mutandi, estamos pensando en lo que está haciendo Cervezas La Virgen) necesitas reservar previamente. ¡Y hay lista de espera!