La obsolescencia programada se refiere a la fabricación intencionada de determinados artículos, muchos de ellos del campo de la informática y la electrónica, para tener una vida útil determinada e impulsar al consumo de la misma cosa una y otra vez. Benito Muros fue consciente de esta práctica en Livermore, un pequeño pueblo de California (EE.UU) que debe su fama a la bombilla que luce en su cuartel de bomberos desde el año 1901, la misma desde hace 116 años.
A su regreso a España, este piloto de aviones cuenta que se animó a investigar la causa de la durabilidad y contrató los servicios de varios ingenieros para conseguir bombillas similares a la de Livermore. El resultado final fue el nacimiento de la bombilla iWop, que se anunciaba como una lámpara led capaz de consumir hasta un 96% menos que las incandescentes y que, en caso de avería, podría repararse para alargar su vida útil. Tantos atributos le sirvieron para ser bautizada como ‘la bombilla eterna’.
Para acometer la fabricación y distribución, fundó la empresa light and life, un nombre que ilustra bastante bien a lo que se dedica: la venta de iluminación profesional sin obsolescencia programada. Dependiendo del led sus bombillas, en una vivienda normal, donde se mantuviese encendida entre 3-4 horas diarias, podrían tener una vida superior a las 100.000 horas, es decir, entre 80 y 100 años. Toda una vida.
Decir también que, tanto la bombilla como su propulsor, fueron en varias ocasiones objeto de chanza y fuente de inspiración de muchos titulares en los medios. Más que amedrentarse, Benito Muros insitió en la lucha. Fundó primero el movimiento ciudadano SOP (Sin Obsolescencia Programada) y, más adelante, la Fundación Feniss para sumar adeptos corporativos a la causa. De este última nació en 2016 el sello ISSOP (Innovación Sostenible Sin Obsolescencia Programada) con el que se pretende certificar a aquellas empresas que ejercen prácticas sostenibles y procuran larga vida a sus productos. Mucho éxito, por ahora, no ha tenido. Desde su creación dice Benito Muros que el sello lo han solicitado un total de 159 empresas, aunque solo se lo han concedido a 15. Ello obedece a los altos niveles de exigencia de la organización que, además de la obsolescencia programada, vigila la gestión correcta de los residuos, promover la igualdad e integración social o no tener cuentas bancarias abiertas en paraísos fiscales, entre otras.
Con motivo de las últimas elecciones generales se reunió también con varios partidos políticos para que incluyeran alguna iniciativa contra la obsolescencia en sus programas. Pero como uno era un tema candente en ese momento, solo alguno escuchó sus propuesta. El tiempo ha querido, sin embargo, traer el asunto a primera página. El pasado mes de julio, el Parlamento Europeo anunciaba su deseo de trabajar con determinadas marcas de electrónica e informática y acordar medidas que permitan la reparación de sus artículos y alargar su vida útil, más allá de los canales autorizados. Estudian también la posibilidad de informar de ello a los consumidores en el packaging así como del tipo de materiales utilizados, si son o no reutilizables. “En principio, no se contempla prohibir la práctica de la obsolescencia, sólo dar información previa de ella a los consumidores”, dice.
Y, aunque reconoce que todavía no es suficiente, entiende la iniciativa de la Unión Europea como un primer paso en una lucha que él lleva años manteniendo. Eso sí, ahora dice que prefiere no hacer ruido, pero que la empresa le va bien y que ha conseguido varios contratos con organismos públicos.
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