Los robots siempre han fascinado a las personas, más en su vertiente humanoide que en la de producción. Estos últimos operan en las fábricas desde hace décadas, facilitando el trabajo industrial. Una automatización que se ha ido desarrollando cada vez más, ampliando registros y capacidades, y que, según un estudio publicado en 2013 por la Universidad de Oxford, en 20 años podría reemplazar el 47% de los empleos. Una evidencia de cómo la robótica está creciendo a pasos agigantados, a pesar de las grandes dosis de inversión que requiere.
“La financiación tradicional aportada por entidades financieras estaba y sigue estando ligada a otro tipo de sectores”, se lamenta la experta María Benítez. Algo que obliga a muchos emprendedores a optar por fuentes de inversión alternativas, como los business angels o el crowfunding, que están mostrando un creciente interés por los sistemas robóticos.
“Las cosas están cambiando” también en este aspecto, recalca el empresario del sector José Manuel del Río, quien es un ejemplo de cómo los inversores están apostando por este ramo de futuro. Basta comprobar como para su proyecto de robótica social, además de financiación privada, contó con ayudas del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial, dependiente del Ministerio de Economía.
Obstáculos a superar
No obstante, la robótica soporta en la actualidad unos problemas evidentes (los altos costes repercuten en precios elevados de los artículos), fácilmente superables con la globalización de los artículos. De hecho, en la actualidad ya es posible encontrar pequeños productos robóticos (aspiradoras, juguetes…) a precios asequibles.
Otro obstáculo a superar es el de la aún relativa concienciación social. “Desarrollar un nuevo mercado es un esfuerzo importante cuando lo principal es educar a los consumidores”, afirma el emprendedor Txema Arnedo. Y es que todavía existe entre la gente la creencia de que son productos difíciles de usar, con manuales farragosos y mil aplicaciones que hay que aprenderse.
Educando en robótica
La propagación entre el ciudadano medio de los dispositivos inteligentes (gafas o relojes conectados), así como el desarrollo de la tecnología móvil, con cada vez más aplicaciones y propiedades, está abriendo las puertas a la robótica.
Muchos amantes de la robótica están centrando sus miras en el terreno de la formación, apostando por productos y servicios dirigidos primordialmente a los niños. De ahí que proliferen cada vez más escuelas y talleres centrados en esta materia, y muchos colegios opten por ofertarla entre sus actividades extraescolares. Incluso son habituales los campus, campamentos de verano y competiciones en los que el desarrollo de creaciones tecnológicas es el punto fuerte.
También parece que algo ya se está empezando a mover desde las Administraciones Públicas. Así al menos lo cree José Manuel del Río, quien pone el ejemplo de la Comunidad de Madrid, donde, “por primera vez, la programación formará parte de la enseñanza obligatoria”.
Todas estas acciones están favoreciendo la aparición de una generación sumergida en la robótica, lo que resultará sumamente productivo en el ámbito de ocio y empresarial de aquí a 10 años. Pero, ¿y mientras? ¿El futuro de la robótica es sólo eso, no tiene presente?
Rápidos avances
La actualidad es más complicada y parece que en este sentido la robótica avanza más rápido que la realidad. Si bien las fábricas están plenamente preparadas para la inclusión de estos aparatos, las casas, los colegios o los coches aún tienen que progresar para que los robots puedan estar presentes en en su vertiente más social y recreativa.
Por lo visto, emprender en esta materia es complicado, pero muchos ya lo están haciendo de manera rentable. Un claro ejemplo de su crecimiento son los drones, hasta hace poco sólo usados en el terreno militar, y que ya son habituales en negocios de vigilancia urbana, captación de imágenes o mantenimiento de infraestructuras. “Se trata de un mercado en expansión, cada día más real y con más aplicaciones”, señala María Benítez.
Este tipo de tecnología ya funciona con buenos resultados en muchas facetas de la sociedad. Los robots guías se están desenvolviendo en algunos museos para explicar las obras a los visitantes.
Otros están diseñados para limpiar edificios y algunos a tareas más específicas, como los robots de cocina, e incluso técnicas, como los que obtienen datos de contaminación o muestras marinas. Es la denominada robótica de servicio, que ya resuelve muchas de las tareas cotidianas de las personas y que está siendo todo un reclamo para los consumidores. Como indica el experto Antonio Rodríguez, la clave está en “descubrir los nichos de mercado que puedan existir para ir amoldando constantemente el producto a las necesidades del cliente”.
Un interés que los emprendedores ya están explotando e incluso expandiendo con la conocida robótica social, esa que crea artículos de ocio, dirigidos a un uso más lúdico, como robots de compañía (como si de mascotas se tratasen) o humanoides que interactúan con las personas, hablando y ejecutando órdenes, que avanzan un escalón más dentro de la robótica: el de la inteligencia artificial.
A su divulgación, además de la proliferación de talleres o cursos dedicados a la robótica, está contribuyendo la aparición de tiendas especializadas en la materia, que ofrecen todo tipo de productos tecnológicos, para adultos y niños. “Porque, a fin y al cabo, tanto a los pequeños como a los mayores nos gusta jugar”, destaca el emprendedor Daniel Bayón.
Es precisamente en esta vertiente de la robótica, la dirigida al consumo y ocio, la que más repercusión está teniendo en los últimos tiempos y la que se espera que tenga un mayor crecimiento, incluso superior a la industrial: el portal Bussines Insider ha publicado recientemente un estudio en el que destaca que la demanda de robots de consumo podría alcanzar los seis millones de unidades vendidas en 2019, con un valor superior a los 1.100 millones de euros. Previsiones que no incluyen los juguetes, por lo que no sería de extrañar que su impacto se duplicara. Y prevé que tenga una tasa de crecimiento compuesto anual de 17% entre 2014 y 2019, un incremento siete veces más rápido que el mercado de los robots de manufactura.