Smileat es una marca de alimentación infantil ecológica. Producen y comercializan tarritos de frutas, verduras, pescado y carne cuya materia prima es 100% ecológica. También la elaboración es artesana renunciando al uso de conservantes, espesantes, azúcar o sal.
Alberto Jiménez, Javier Quintana y Rocío de la Iglesia son los nombres de los creadores de Smileat. Tras un año y medio de pruebas hasta dar con el sabor y la textura perseguidas, lanzaron el producto al mercado en enero de 2015. La idea original fue de Alberto, consumidor habitual de comida ecológica y entonces residente en Dublín, donde recibió la noticia del futuro nacimiento de su sobrino. A raíz de ello se interesó por la alimentación infantil y detectó la carencia que hoy viene a suplir.
De Alberto se puede decir también que es un emprendedor nato. Esta es la tercera startup que monta y es inversor en PetCoach y en la conocida JobandTalent.
Producto diferenciado
Del fracaso de su segunda startup sacó una lección aprendida y es que “si no tienes un producto claramente diferenciado, mejor no salgas”. De aquí la obsesión por crear algo novedoso y saludable que les distinguiera de los demás y que “revolucionara el sector de la alimentación infantil”. Como valor añadido subrayan la elaboración de sus preparados con idéntico o mayor cuidado del que ponen los padres en casa.
Para garantizar la minuciosidad del proceso solicitaron el sello de producto ecológico que emite la Unión Europea a aquellos artículos cuyos ingredientes son ecológicos al menos en un 95%. El envase es de cristal para favorecer el reciclaje y su conservación se extiende durante un plazo de 18 meses si se mantiene cerrado.
Sorprendente acogida
Entre sus peculiaridades está también utilizar sólo frutas y verduras de temporada lo que les obliga a concentrar el grueso de la producción, que se hace en una fábrica ecológica de Jaén, durante los meses de primavera y verano, mucho más fértiles. De las 12.000 unidades que lanzaron en la primera entrega, hace cinco meses, pasarán ahora a 50.000 porque la acogida en el mercado les ha pillado un poco por sorpresa. Valga como indicativo el hecho de que si hasta abril habían facturado 8.000 € las expectativas actuales para el cierre de 2015 las sitúan en 150.000 € de facturación.
Crecimiento sostenible
Asimismo, la positiva respuesta les ha llevado a modificar la estrategia empresarial que inicialmente estaba diseñada para concentrarse durante los seis primeros meses en la venta directa y detectar así posibles errores. Imposible tanto detenimiento ante la avalancha de pedidos por lo que tuvieron que conectar con distribuidores en zonas clave de España, uno de ellos El Corte Inglés. De manera que sus tarritos se venden ya en Madrid, Barcelona, Valencia, Andalucía, País Vasco… y así hasta copar el mercado nacional que es donde, por el momento, se van a quedar. No con ello renuncian a la expansión internacional pero se inclinan más por un crecimiento controlado y sostenible.