Agrosingularity es una startup que nace en Murcia con el propósito de generar impacto positivo. Lo consiguen recogiendo las mermas de la agroindustria y transformándolos en polvo con alto valor nutricional que incorporan luego como ingrediente a la producción de otros alimentos devolviéndolos, así, a la cadena de valor.
La idea de Agrosingularity es fruto de Daniel Andreu, Juanfra Abad y Luis Rubio, tres emprendedores que deciden dar un cambio de rumbo a sus vidas profesionales para crear un proyecto de impacto positivo, rentable y que aporte valor. Para ello se plantean un importante desafío que arroja la sociedad actual: qué hacer con los desperdicios o las mermas de la producción alimentaria que se acaba tirando, aún persistiendo el hambre como un escandaloso problema mundial.
Más del 40% de los alimentos que se producen frescos (frutas y verduras) son desechados. El equivalente en peso de lo que se tira al año sería, más o menos, el de 1.700.000 coches y esto sólo en España. La casuística de este desperdicio es múltiple, va desde aquellos productos que no dan la talla para exhibirse en los escaparates, hasta una caída brusca de los precios que hace que no resulte rentable su recogida y venta para el agricultor o aquellas partes de un producto que, por costumbre, desechamos como, por ejemplo, el tallo de la alcachofa. Otro ejemplo: solo un tercio de la lechuga que sale del campo, llega al mercado.
Todo esto, que corresponde a lo que podría compararse con la merma de la agroindustria, es lo que aprovechan en Agrosingularity poniendo en valor estos subproductos y devolviéndolos de nuevo a la cadena de valor. Para ello, recogen todas las mermas referidas, las deshidratan, las procesan y las convierten, así, en ingredientes en polvo que puede luego aprovechar la industria alimentaria para elaborar muchos otros productos como sopas, purés, pastas, bebidas o yogures, entre muchos otros. Así que, un producto que tenía valor cero en origen, lo revalorizan ellos pagando a la agroindustria por su merma.
Pero no es solo una cuestión de desperdicio. También lo es de contaminación porque la materia vegetal de las frutas y hortalizas en descomposición desprende metano, un gas de efecto invernadero relativamente potente con una contribución al calentamiento global superior a la del dióxido de carbono.
El procesado y la producción
El producto que generan no va, por ahora, destinado al consumidor final, sino que se rigen por un B2B con las industria alimentaria como cliente principal. El uso de ingredientes en polvo no debería alarmar a nadie porque es algo que incorporan buena parte de los alimentos que consumimos, bien como colorante, bien como potenciador del sabor, bien para añadir valores nutricionales. La diferencia en el caso de Agrosingularity es que todos sus ingredientes proceden de productos frescos y que, una vez procesados, conservan el 90% de las propiedades originales al menos durante dos años.
El problema que plantea este modelo de negocio es la rápida “oxidación” de la materia prima que utilizan, tanto la que procede directamente del terreno como la de las industrias pegadas a la agricultura, como las manipuladoras que cortan o envasan el producto fresco. Para no romper la cadena, estas mermas deben ser procesados en muy corto espacio de tiempo lo que les obliga a tener una infraestructura fabril casi en origen o al menos muy cerca de donde se recoge la materia prima. Esto, que entraña el valor adicional del Km 0, suponía, no obstante, un handicap para el avance del negocio.
Para dar respuesta a este inconveniente y teniendo en cuenta la falta de recursos con los que suele arrancar una startup, han diseñado un método de producción a modo de hub en las zonas en las que, a día de hoy, están operando: Murcia y Navarra, donde tienen sede. En el caso de Murcia, han llegado a un acuerdo con unos fabricantes de pimentón, donde les han habilitado una línea de producción para elaborar sus ingredientes. En Navarra están cerrando un acuerdo para el pago por uso de otra fábrica.
No obstante, la intención a corto/medio plazo es construir una minifactoría móvil dentro de un contenedor marino en desuso para poder trasladarse a cualquier punto geográfico y replicar el proceso con sus propios recursos. Sería una forma de escalar el modelo, con el lanzamiento de AsPlatform, una solución que aúna software (para control de calidad, seguridad alimentaria y trazabilidad) y hardware, con el desarrollo de sus propias unidades de producción, totalmente móviles y con capacidad de operar en cualquier lugar. Crearían así una red de minifactorías que les permitiría cerrar el círculo.
Otra forma de escalar sería ampliando la gama de productos que tratan. Por ahora son 19 tipos de frutas y hortalizas las que utilizan para sus ingredientes en polvo, todas ellas propias de la zona de implantación, que ese es otro de los valores de Agrosingularity, el de dinamizar las economías locales. Pero les quedan todavía muchos productos por explorar e investigar, cada uno de los cuales supone un nuevo reto tecnológico a nivel de procesado. Además de estos ingredientes, trabajan en productos que complementen su actual oferta. En junio lanzan dos soluciones al mercado totalmente innovadoras, sostenibles y clean label, una de ellas enfocada a la sustitución de nitratos en la industria cárnica y otra una gama de fibras naturales.
El crecimiento de Agrosingularity
Esta compañía se constituye el 22 de julio de 2019, pero no salen al mercado hasta febrero de 2020. Cuenta Daniel Andreu, CEO, que cuando los socios decidieron emprender tenían claras tres cosas: que querían un negocio cuya dinámica conociesen; que tuviese un impacto positivo y que fuese capaz de traccionar lo antes posible. Conforme a estas premisas, con el producto ya en la mano, empezaron a hablar con los potenciales clientes en busca del product market fit. La pandemia, que para muchos ha supuesto un parón, a ellos les ha servido para que la sociedad devolviese al sector agrícola y alimentario la importancia que siempre ha tenido. También les ha ayudado a ganar visibilidad, tanto de cara a la industria como a los inversores.
La última operación que han cerrado corresponde a una ronda por valor 1,07 millones de euros liderada por el fondo Tech Transfer Agrifood. Agradecen también el apoyo previo recibido de otras instituciones como Unltd, InfoMurcia o Enisa. Mención especial hacen también sobre el Grupo Cooperativo Cajamar, no porque la startup sea cliente de la entidad financiera, sino en reconocimiento a su relevante papel en el sector agroalimentario. “Yo creo que es la entidad que más ha hecho por los agricultores en nuestro país, sobre todo en la zona Sur, y la que ahora quiere acompañarles en el camino a la transformación y a incrementar la eficiencia sin perder ese carácter cooperativista del que siempre han hecho gala”, declara Andreu.
El crecimiento que prevén en Agrosingularity es exponencial. Si el año pasado cerraron con una facturación de 105.000 euros, las previsiones para este son superar el millón y medio para ponerse en 2022 con cuatro millones de facturación anual.
Apoyan dicha progresión en la automatización de los procesos y en el crecimiento del equipo que, en apenas un año, ha pasado de 3 a 9 personas. Y aunque tienen clara vocación internacional -están desarrollando mercados como Holanda, Bélgica, Italia, Irlanda, Suiza o Polonia, entre otros- todavía el 80% de sus ingresos proceden del mercado nacional motivo por el cual quieren acelerar el proceso de internacionalización.
Contaba Daniel Andreu que una cosa que le preocupaba cuando trabajaba en la multinacional es que, cuando a su hijo le preguntaban a qué se dedicaba su padre, el niño se limitaba a contestar: “trabaja”, sin más, porque no entendía muy bien para qué servía eso del marketing y las operaciones. Ahora, “por lo menos sabe que trabajo para hacer alimentos y ayudar al planeta”.