La inflación lleva seis meses por debajo del 1%, cuando debería ser ligeramente inferior al 2%. La caída en marzo al 0,5% ha despertado el temor a que en Europa se instale una situación de deflación (evolución negativa de los precios), ya que podríamos entrar en un círculo vicioso de caída de precios por bajo consumo, reducción de salarios y de los costes de producción para ser más competitivos, más caída del consumo, etc. “Si veo que los precios de un determinado bien o servicio van a ser inferiores dentro de tres o cuatro meses, retraso mi decisión de gasto. Eso al final tiene un efecto negativo sobre la demanda. Y si una empresa ve que estamos en un escenario de precios bajos permanente, sabe que va a tener un ajuste en sus beneficios, retrasa las inversiones y la decisión de contratar empleados”, explica Sara Baliña, de AFI.
Todos los ojos puestos en EL BCE
La única forma de evitar ese escenario es que el BCE tome medidas correctoras: bajar los tipos de interés para abaratar el coste del dinero o inyectar liquidez en la economía. “En los niveles actuales, es muy difícil que si el BCE vuelve a bajar los tipos y los lleva al cero por ciento vaya a generar un efecto claro en la economía. Hay que ir a medidas más cuantitativas. Una compra de activos, un quantitative easing, como hizo la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, para que ese mayor volumen de liquidez se traduzca en un mayor volumen de transacciones, aumente la demanda y vuelvan a subir los precios”, añade la analista de AFI.
Los responsables del BCE ya han anunciado que si es necesario activarían la máquina de imprimir billetes. La pregunta es si debe hacerlo ya o esperar a conocer la inflación de abril. ¿Por qué Mario Draghi anuncia medidas que no terminan de materializarse? “Llama la atención que el BCE todavía no haya adoptado programas de esas características pero los datos de crecimiento y de precios ofrecen bastantes dudas de que estemos en un escenario de deflación. Parece más probable que estemos en un entorno de crecimiento de precios muy reducido, pero los datos de actividad no son malos”, añade Sara Baliña.
Los efectos en la economía española
Para una economía tan debilitada como la española, los efectos de la deflación serían devastadores. Más teniendo en cuenta que el alto valor del euro resta competitividad a las empresas españolas. Por contra, una inyección de liquidez en el mercado “supondría una reducción adicional de los costes de financiación de España y una caída del valor del euro que favorecería al sector exterior. Gracias a las exportaciones, el PIB está aguantando relativamente bien y los datos de empleo están mejor que si nos enfrentásemos a una pérdida de competitividad fuerte que obligase a las empresas españolas a ajustar más sus costes para mantener su cuota de mercado fuera. Ajustar costes significa destruir empleo, ajustar salarios…”, añade Baliña. Otra vez en el círculo vicioso.