Compartir coche existía, claro, pero no a golpe de click y con la posibilidad de contactar con más de un millón de conductores. Es lo que ha conseguido BlaBlacar, una de las empresas de llámalo-economía-social, llámalo-consumo-colaborativo, que cuenta con más recorrido en el mercado (nació en 2004). ¿Y cómo lo han conseguido? Hace poco hablamos con su fundador, Fréderic Mazzela y nos dio consejos sobre este tipo de negocios, cómo sacarlos adelante, convencer a un inversor…
EMPRENDEDORES. ¿Qué consejo darías a alguien que vaya a montar una empresa de economía social como la tuya?
FRÉDERIC MAZZELA. ¡Desarrolla un producto que tú mismo utilizarías! Esto ayuda a construir el producto, y refinarlo a medida que avanza. Ser uno mismo el primer usuario, el bucle de realimentación entre la idea y el servicio es mucho más corto y puede converger más rápidamente hacia un buen producto. También ayuda a no perder la esperanza y creer en la sostenibilidad del producto a largo plazo en su fase de aceptación, ya que los comienzos de un proyecto de consumo colaborativo son muy lentos hasta que llega a una masa crítica que permita ve realmente despegar el uso del servicio.
EMP. ¿Qué diferencia has encontrado entre el mercado francés y el español?
F.M. Mucho se ha dicho sobre la dificultad de poner en marcha BlaBlaCar en España respecto a Francia, debido al fuerte apego de los españoles por su coche, lo que podría ser una barrera para el intercambio. La realidad ha demostrado todo lo contrario, ya que España tiene un crecimiento hoy tres veces mayor que el de Francia en el inicio del servicio, de modo que, se puede concluir que ¡los españoles están dispuestos a compartir tanto o más que la población francesa! Además, el nombre de BlaBlaCar es más popular en España que en Francia, por su origen (los usurios indican su nivel de conversación a través de sus preferencias de perfil “Bla”, “BlaBla” o “BlaBlaBla”), tal vez porque el español es mucho más hablador que el francés.
EMP. ¿Qué dificultades has encontrado para sacar adelante tu proyecto?
F.M. La resistencia al cambio y a los hábitos arraigados. En general, es muy difícil proyectar un servicio o producto que aún no existe. Los empresarios tienen la capacidad de visualizar algo que todavía no existe, ya que ése es su cometido. Sin embargo todas las interacciones que el empresario tiene con su entorno al momento de lanzar un proyecto le hace pensar que lo que no existe no existirá nunca, por lo tanto es preciso mantener el rumbo y la visión para llevar a cabo la idea original. A continuación, lo más importante es rodearse de personas que comparten la convicción de que el proyecto va a crecer, y tienen habilidades complementarias. Es especialmente difícil encontrar gente que tenga estas cualidades al principio (motivaciones y competencias que complementan al emprendedor). El fallo sería asociarse con personas que tengan nuestro mismo perfil: todo lo contrario de lo que se necesita para poner en marcha un proyecto.
EMP. ¿Cómo se vende a un inversor un proyecto que no busca ganar una rentabilidad altísima?
F.M Se debe vender el servicio una vez que se convierte en una tendencia. Es preciso ayudar al inversor a proyectarse en el futuro, para que visualice con el emprendedor el momento en que el servicio desarrollará todo su potencial. Así que si el inversor está convencido igual que el emprendedor sobre las posibilidades de éxito del servicio en el futuro, convencerle está casi ganado. La parte del camino que queda por recorrer es conseguir que el inversor confíe en el equipo. Es necesario que el inversor se pregunte dos cosas: uno, ¿este servicio existirá en el futuro?, y dos, ¿es el pequeño equipo de personas que tengo delante capaz de llevar a cabo este proyecto?. Un servicio que cumple con su público encuentra necesariamente una fuente de financiación, y los inversores no siempre buscan la máxima rentabilidad. Están buscando proyectos que funcionan y que encuentran su sostenibilidad financiera debido a que el valor añadido que aporta se basa en una idea de servicio concreto, y no en la misma rentabilidad de la empresa. Lo que existe y funciona vale algo, por lo que el desafío inicial es simplemente convertir una gran idea en un servicio concreto y funcional para un mayor número de personas que no buscan la rentabilidad inmediata.