Frugalidad: sobre todo al comienzo, el Emprendedor 2.0 debe ser muy cauto en el empleo de sus costes. La capacidad de priorizar a qué partidas asignar el dinero se convierte casi en una combinación de arte y ciencia más un esbozo de azar.
Creatividad: imprescindible como competencia esté donde esté el momento vital de la empresa. Además, la creatividad es una de las razones por las que emprender es tan gratificante: el límite lo pone uno.
Coraje: en efecto, soltar amarras requiere coraje. Sólo desde el coraje y mirando hacia nuevos puertos, uno encuentra el valor de descubrir un nuevo mundo.
Resistente al no-éxito: y, expresamente, no empleo la palabra “fracaso”, pues es una acepción absolutamente subjetiva.
Espíritu de celebración: es crítico celebrar los éxitos, por pequeños que sean. Págate a ti mismo primero (lo contrario de lo que otros emprendedores recomendarán); así verás el resultado a tu esfuerzo. Celebra, celebra, celebra. Y comparte tu éxito con los que te apoyan.
Disfrutar: si uno no se lo va a pasar bien en un proyecto que requerirá mucho tiempo, aderezado con buenos momentos y otros no tanto, mejor sería que encontrara otra cosa.
Ser diferente: único, individual. No la copia de nadie. Sin emplear las recetas de otros. En otras palabras: tú, como máximo soberano de tu vida en la que cada día celebras el Día de tu Independencia.
