¡Craso error!, dice Suárez, “la elección de un socio debe basarse en criterios objetivos”. Y añade: “Un proyecto con muchos socios o que nace de un grupo de amigos deja de ser tu proyecto y a medio plazo (¡y suele!) también ingobernable”.
Para él, en general, se puede decir que el socio perfecto es aquel que:
Te complementa. Sus puntos fuertes son precisamente tus puntos más débiles.
Comparte tu motivación. Su objetivo es exactamente el mismo que el tuyo. Comparte el ideal del proyecto, así como los objetivos que queréis lograr y el grado de esfuerzo y sacrificio que estáis dispuestos a hipotecar por ello.
Tiene el mismo ritmo. Se trata de capacidad de trabajo, debe ser justa y pareja con tu aporte de energías.
Debe retroalimentarte. La complicidad y el trabajo en equipo son claves para unos socios. Si eso falla, lo demás es difícil de construir.
Debe compartir valores. Ocasionalmente puede haber dilemas, incluso morales, en el seno de una compañía. Resulta especialmente complejo compatibilizar dos maneras de ver la vida totalmente opuestas.
Como comenta Alejandro Suárez, “socios ideales hay muchos; lo difícil es encontrarlos. Una persona puede ser el socio ideal para un tipo de negocio y no para otro, o simplemente puede ser el complemento ideal
para otro tipo de emprendedor y no para ti”.
Y un último consejo: “Lo apropiado es no buscar entre las personas próximas y pensar cabalmente si de verdad vamos a cubrir ese puesto a cambio de un trozo del pastel accionarial”. Toma nota.