No cambiar a tiempo piezas como una correa o un filtro del motor –cuyo coste es relativamente barato– puede producir averías graves que te saldrán mucho más caras o te dejarán tirado en la carretera. Cosas tan sencillas como comprobar los niveles de aceite o añadir un buen lubricante, te ahorrarán sobresaltos en tu vida y en tu cuenta bancaria. Aunque pueda parecerte engorroso, tener tu coche siempre a punto tiene muchas ventajas.
Incluso si cuentas con un buen seguro que cubra desde las averías a los daños estéticos –actualmente puedes encontrar seguros asequibles y fáciles de contratar online, merece la pena dedicar un tiempo a las comprobaciones rutinarias y las revisiones periódicas en tu taller de confianza.
En seguridad, tacañería cero
Si vas a comprar un coche nuevo, no está de más que te fijes en los sistemas de seguridad con los que cuenta y que cada vez prestan tecnologías más avanzadas –y eficaces–. Sistemas como el ABS, ESP, ARS, BAS, que tienen que ver con la tracción, la estabilidad en la conducción y el frenado inteligente o automático, reducen el riesgo de accidentes con heridos un 5% (en el caso del ABS).
Son opciones que realmente vale la pena tener, así como otros extras que tampoco vienen mal: sistemas de alertas en distancia de vehículos, punto ciego, control de somnolencia… Si vas a llevar un bebé, tendrás que anclar su silla con el sistema ISOFIX, ya obligatorio desde hace años –reduce los riesgos de muerte infantil hasta en un 90%–.
Aunque no seas experto o experta en mecánica, existen algunas rutinas fáciles que puedes llevar a cabo para mantener tu coche en estado óptimo –alargarás así su vida útil– y evitarás averías importantes. Para revisiones más importantes, puedes llevarlo al taller de forma periódica (dependerá de la antigüedad del vehículo y las recomendaciones del fabricante, aunque siempre hay duraciones orientativas).
Algunas de las más importantes son:
Neumáticos
Su desgaste depende desde la calidad del neumático hasta el terreno por el que conduces habitualmente o del clima. Observa que el dibujo tenga una profundidad mínima de 1,6 mm., aunque cuando esté por debajo de los 3 mm. se recomienda cambiarlos. Comprueba también que no tengan grietas o deformidades. Un desgaste anómalo (más por unas zonas que por otras) puede indicar algún fallo en el sistema de frenado o en la suspensión.
Revisa también la presión del aire al menos una vez al mes ya que, no llevarlas a punto, influye en el manejo y la capacidad de frenado, así como en un mayor gasto de carburante y de las cubiertas. Resulta importante también comprobar la alineación y equilibrado, que además de mantener la dirección en condiciones, alargará la vida de las llantas.
Frenos y amortiguadores
Junto con los neumáticos, los amortiguadores y los frenos forman parte del llamado ‘triángulo de la seguridad’. Revisa los frenos con un experto al menos una vez al año, especialmente si conduces por terrenos de montaña, con curvas o cualquier entorno que requiera muchas frenadas. Y por supuesto, llévalo al taller en el momento en el que notes alguna anomalía como deslizamientos a un lado, chirridos, que tarde en reaccionar… En el caso de los amortiguadores, se recomienda su revisión cada 20.0000 km.
Fluidos
Los kilómetros, cambios de temperatura y la suciedad afectan a los líquidos y lubricantes del coche que mantienen el motor en perfectas condiciones. Aunque cada vez son de mejor calidad y durabilidad, es necesario sustituirlos a tiempo para evitar daños mayores. Comprobar el nivel de aceite es algo que puedes hacer fácilmente (aproximadamente, cada 1.000 km o una vez al mes). Un buen aceite sintético puede durar hasta 30.000 km, aunque se recomienda hacer el cambio completo de aceite a partir de los 15.000 km.
Otro líquido que deberás comprobar es el refrigerante (aunque duran casi toda la vida del coche, mejor cambiarlo cada varios años, según la antigüedad del vehículo, ya que pierden propiedades). Que se hiele o caliente demasiado el motor por no tenerlo a punto, puede multiplicar la reparación por mucho. En cuanto al líquido de frenos, conviene cambiarlo cada dos años: por pocos euros que cuesta un litro ahorrarás la carísima reparación del ABS, si este se avería.
Filtros
Mantienen a raya la suciedad y partículas metálicas que dañan el motor, así que no escatimes en cambiarlos. Por ejemplo, si vas a renovar el aceite, poner un filtro nuevo te costará unos 12 euros más y evitarás ensuciar el lubricante limpio. Con un poco de maña, incluso puedes hacerlo tu mismo/a. Revisa también los filtros del combustible (lo normal es sustituirlo cada cuatro años o 60.000 km) y el filtro de aire –especialmente, si circulas por ambientes polvorientos o contaminados–. Cambiarlo una vez al año mantiene un aire limpio y menor consumo energético dentro de vehículo.
Periféricos del motor
Correas de auxiliares, manguitos, termostatos, bomba de agua, batería… no está de más revisar estos componentes al menos una vez al año por si tienen grietas o están deteriorados. Aunque aguantan muchos kilómetros (diez años en el caso del termostato o los manguitos o toda una vida, en el caso de la bomba de agua) su cambio es muchísimo más barato (un manguito cuesta unos 4 euros) que la avería de cientos de euros que pueda producir.
Iluminación
Comprobar el funcionamiento de las luces y la señalización es de los más sencillo y algo que puedes hacer tu mismo/a con un control visual, además de mantenerlos libres de barro y suciedad. Aunque si detectas alguna irregularidad, como una bajada en la intensidad, por ejemplo, es mejor consultar con un especialista.
Escobillas limpiaparabrisas
Estos pequeños accesorios son tan importantes como habrás comprobado en días de lluvia, nieve o granizo. Sustitúyelas cuando dejan zonas sin barrer, hagan ruidos o saltos o no limpien correctamente. El sol y las altas temperaturas suelen deteriorarlos bastante.
Pintura
Lavar tu coche cada dos semanas, no solo hará que se vea más lustroso. También la pintura durará más tiempo, ya que el polvo y la suciedad acumulada acaban rayando la capa exterior. Más fácil de prevenir, imposible.